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—Suena como un intercambio justo.— El clan de los leones no deseaba más bajas. Pelearían de ser necesario, pero su padre había sido sabio al no atacar primero y concentrarse en proteger a los más débiles. Quienes podían pelear no eran un grupo tan numeroso como el clan Firenze aliado con los lobos salvajes del bosque. Además, si antes sentía un poco de remordimiento por oponerse a la felicidad de su hermana, ahora sentía que podía odiar a Naqi'a tanto como odiaba a Lillia. La simple oportunidad de detener el derramamiento de sangre valía la pena el intento.

—Te quedarás aquí entonces, pediré una habitación para ti. Puedes informar a Leah que estoy de acuerdo con sus condiciones. El cachorro estará en sus manos después de su nacimiento.— Su mirada se afiló. —Si cuando tengan al maldito engendro nos traicionan, cazaré a ese cachorro y no descansaré hasta arrancarle la cabeza yo misma. Díselo también.
 
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