Abrió la puerta de su casa, por supuesto, la dejó abierta para poder ir rápidamente hasta el sofá y tenderlo con todo el cuidado posible.

(...)

Pasaron al menos unos treinta minutos en que lo dejó recortado en su sofá. Había abierto su abrigo por si tenía alguna herida o algo, por suerte no. Así que le limpió la cara con un paño húmedo.
Calentó un poco de agua para servir café, y volvió a él, para observarlo un momento.

— Kenny, despierta... —murmuró pasando su mano con cuidado por su rostro.

- Semiconsciente, sus piernas hacían el intento de ayudarla con la hazaña, por instinto. -

Lo miró con detención unos segundos, suspirando. Luego miró a su alrededor por si había nadie, entonces lo tomó como pudo y, pasando uno de los brazos del rubio por encima de su hombro, se lo llevó a su casa, ya que no sabía dónde es que él vive.

— Eres una carga, Kenny. —comentó mientras lo limpiaba un poco.

La verdad es que estaba molesta, mucho. Pero luego podrían hablar de ello.