Había llegado a pensar que el escape de su hogar en realidad había salido mal, que los ladrones la asesinaron y que ahora esos dos eran su castigo eterno. Debía pagar penitencia por su libertad al parecer.
Cruzó sus brazos, la respuesta del albino no les ayudo en lo absoluto, miró al piso y pudo notarse la tristeza al percatarse que esa mañana no comerían.
— ¿Terminaron ya se hacer el ridículo? — Volvió la mirada a la elfa y después al viajero. — Entrarán al lago a sacar algunos peces, no pienso morir de hambre por culpa de su...poca inteligencia. — suspiró, intentaba no ser tan dura pero...¡Se trataba de comida! Y Liviet amaba la comida. No iba a perdonarlos jamás por arruinar su almuerzo.