Con el mismo disimulo que empleó Kayley, el asintió reiteradamente, ambos eran conscientes que el demonio de la gula ejercía una gran influencia en Liviet.

La de sangre mixta fue rápida, finalmente pudo hacer gala de sus destrezas, alardeó con justifica dejándolo a él como un inútil; no quiso quedarse con tal cruz sobre los hombros en presencia de la noble tiradora—¡Y-Yo también te ayudo, espérame! —exclamó cuando Kayley se puso en marcha.

Con torpeza y velocidad se llevó un pedazo de pan a medio comer a la boca y tras unos intentos de tropezones alcanzó a recoger la canasta que ella olvidó, ideal para acarrear lo que ella Kayley pudiese cazar; ni enojado corrió tan rápido tras la elfa.

Recibió el regaño como una niña pequeña a la que la está reprendiendo su mamá, por poco y se le arrodilla pidiendo perdón, pero nada le traería mejor perdón que regalarle a la doncella un par de mojarras bien gorditas.

—Eso lo explica todo.— Le susurró a Gaikos, no era ningún secreto que el hambre hacía que Liviet entrara en estado disociativo y cometiera atrocidades. —¡Yo conseguiré los peces! Eso es fácil. Esperen aquí.— Dijo en voz alta y tomó su arco y su carcaj, echándose este al hombro, se dirigió al lago. En realidad, y a pesar de que pudiese parecer descuidada, cazar era algo que le gustaba y se le daba bien.

Había llegado a pensar que el escape de su hogar en realidad había salido mal, que los ladrones la asesinaron y que ahora esos dos eran su castigo eterno. Debía pagar penitencia por su libertad al parecer.
Cruzó sus brazos, la respuesta del albino no les ayudo en lo absoluto, miró al piso y pudo notarse la tristeza al percatarse que esa mañana no comerían.
— ¿Terminaron ya se hacer el ridículo? — Volvió la mirada a la elfa y después al viajero. — Entrarán al lago a sacar algunos peces, no pienso morir de hambre por culpa de su...poca inteligencia. — suspiró, intentaba no ser tan dura pero...¡Se trataba de comida! Y Liviet amaba la comida. No iba a perdonarlos jamás por arruinar su almuerzo.

Se levantó apresurada, no iba a dejar que ese energúmeno cerebro carcomido por el virus de la estupidez se comiera a sus BFF.

—¡Huyan! ¡Corran mis pequeñas!— Espantó a los animales que habían dejado de comer, como si entendieran las palabras del warlock. Y estaba a punto de suplicarle que no le dijera a Liviet lo que había pasado, cuando escuchó su dulce voz... de una forma no tan dulce.

—Hehe, Livi, se supone que debías quedarte en el campamento.— Trató de ocultar detrás de ella la canasta casi vacía.

¿Que podía ser peor que perder a un compañero?...perder dos. Había esperado lo suficiente, ni uno ni otro regresaba y comenzaba a hacerse malas ideas por lo que decidió ir ella misma a buscarlos.
¿Que encontró?...
Un par de animales discutiendo por la comida y por supuesto las ardillas dándose un festín. — ¿Que es esto?— el tono de voz de Liviet, su expresión evidenciaba su enojo.

Recién notó lo que estaban haciendo estas criaturas, la sonrisa más mustia posible se imprimió en el rostro de él; cruzado de brazos expresó con notorio enojo:

—Me parece que hoy comeremos ardillas —una pequeña vena negra se hinchó sobre su frente—. Necesitaremos muchas, porque tienen muy poca carne.

—Se nota es hereditario.— Se giró un poco en su lugar, para apoyar su cabeza en su mano y quedar recostada de ladito.

—Ah si, claro que si, por aquí...— Miró alrededor, pero estaba prácticamente infestada de ardillas que no de dio cuenta antes, se comían la comida que ella había conseguido. —Bueno, algo por el estilo. Hehe.

—No, no. No me enseñaron, mi mamá era una tonta —respondió con irritante tono de voz y una sonrisa socarrona.

—¿Conseguiste lo que te mandamos a buscar? ¡Me muero de hambre! —tras retroceder reprochó, ella se tardó mucho más de lo esperado, lo suficiente como para justificar preocupación.

—Augh...— Le sacó el aire y se vio obligada a retorcerse.

—¿Qué te pasa, animal? ¿Qué no te enseñaron a respetar el sagrado sueño de la gente?!