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• Tranquila madre. Yo te ayudaré a Padre y a ti con el reinado, no se preocupen.
 
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-Mientras la joven le da la bienvenida a Eberhart, no puede evitar reconocer, más para si, que sin duda le habría robado el corazón a su medio hermano, de estar ahí en lugar de él mismo.
Si bien, es conocida su preferencia por otros hombres en Drachenzunge, tampoco es ciego.
Facciones delicadas, silueta elegante y el porte de una princesa... si. Sin duda Ellian ya se habría cegado.

A las palabras de la joven, tan sólo asiente con cortesía y agradece con una gélida sonrisa.


Contrario a lo que parecería por sus movimientos felinos, su dentadura afilada y su mirada de predador; el azabache no sólo selecciona la carne, sino una variedad rica de otro tipo de platillos, en vegetales, frutas y semillas. Lo único que evita son los postres.
Hace años que el joven príncipe se ha mantenido en un riguroso cuidado de su cuerpo. Como toda arma, lo mantiene en las mejores condiciones.-
— Un gusto, príncipe Eberhart. Le ruego me disculpe nuevamente, pero sea bienvenido a nuestro hogar. Si observa hacía acá... — hizo seña con su mano a un extremo de la sala. — ... podrá servirse algo por degustar.

Kaya se fue a convivir y saludar al resto de los invitados y tras pasados unos minutos, La Madre de Raevko convocó la reunión para las alianzas y el comercio a una sala más grande.
AemondTargaryen · 31-35
Para ese entonces Aemond había decidido apartarse en silencio, entreteniendo su atención en una manzana verde que tomó con su diestra y luego llegó a sus labios.

Era agradable ver a la juventud convivir, pero ya no se sentía parte de ello. En cambio se detuvo frente a un gran ventanal y observó hacia el exterior, degustando la fruta.

Ya sólo quedaba ocupar los tronos de cada rey, iniciar la sesión con algún tema a discutir e iría a casa... A su solitario hogar.
-La mirada atenta, casi salvaje del azabache, por una fracción de segundo, sigue los movimientos del hombre de cabellos plateados.
La cicatriz, la falta del ojo, el porte; todo, delata a un veterano de guerra. Para los ojos del azabache es inconfundible.

Son las palabras de la joven rubia lo que lo saca del "rastreo".-

Ah...

-Musita, de manera despreocupada; esbozando una sonrisa torcida, que, aunque ligera, deja entrever parte de la dentadura afilada del azabache.-

Tendría que venir el principe Ellian. Pero los vuelos no son lo suyo. Se desmaya y vomita de sólo elevarse por los aires. Yo soy el principe Eberhart von Höllenfeuer... segundo heredero de Drachenzunge. Un placer.~

-Recita, con evidente regocijo, para hacer una reverencia profunda después a la joven. Ocultando el brillo de sus ojos al recordar la paliza que le propinó a su medio hermano.-
Había notado un no sé qué alrededor. Unos seguían mirando al recién llegado, otros volvieron a lo suyo, pero Kaya había detectado algo diferente en el ambiente. Torció un poco la boca, pero el comentario del varón de cabellos plateados casi le pudo haber hecho torcer los ojos de forma grosera. Para ese entonces le había caído un poquito mal por su comentario.

— Bienvenido, uhm... Disculpe, no me sé su nombre. — dijo la joven hechicera al haberse acercado un poco más al invitado, e incluso con amabilidad dio una breve reverencia a modo de disculpa. — ¿Usted es? —
AemondTargaryen · 31-35
Estaba masticando cómodo hasta que sintió la mirada de ese chico, lo que le hizo dejar su acto a medias. Podía jurar que tuvo esos mismos ojos en su juventud, a lo que automáticamente se activó un instinto de peligro.

Dando algunos pasos al costado se ocultó detrás de la joven Kaya, esperando la belleza de la misma distrajera al otro o a cualquier individuo de prestarle atención a si mismo; él se esforzaba al máximo por que cada reunión con extranjeros tuviese saldo blanco.

Y por supuesto que no quería ser él una estadística. Era un humano longevo, pero no inmune a las heridas, y con esos seres nunca se sabía.

— Deliciosa la comida, por cierto. — Comentó por lo bajo agradecido.
-Contrario a lo "acostumbrado", el joven azabache tenía el pelo muy corto. En la parte de la nuca lo trae casi al rape y sólo unos mechones sueltos al frente; algo que, como su llegada, se aprecia extravagante.
Sin embargo en él resalta sus magnéticas facciones y orejas más finas y alargadas de lo habitual.
Incluso en las mismas, tiene pendientes con el mismo motivo que decora su "armadura".-

Lamento la tardanza...

-Musita en un calmado tono aterciopelado, prestando atención a la sala. Su mirada carmesí se dirige a la anfitriona. Y luego al hombre de cabellos plateados.
Al verlo, algo en su sangre de guerrero hierve de emoción. Sensación que oculta tras un refinado andar y un rostro impávido, que hace que sus marmoreas facciones se vean más frías de lo habitual.-
Se había mostrado amable como siempre, pero mientras aquel varón se perdía en su propia reacción, la joven apretó los labios intentando contener su molestia. "Pequeña"; ella no era una pequeña. Era una mujer y heredera de aquel reino para cuando encontrara un consorte.

— Provecho... — dijo apenas con un tono duro y bajo a punto de retirarse hasta que vio esa escandalosa entrada. Los guardias se pusieron alerta, y todas las miradas estaba en el recién llegado. Kaya avanzó un poco tan solo para ver mejor al invitado.
AemondTargaryen · 31-35
El Rey de Westeros se encontró entonces con la joven heredera, que con amabilidad ya estaba recomendándole bocadillos. Iba a responder, hasta que escuchó a quien ya sospechaba había llegado. Como siempre una entrada extravagante y ruidosa, a lo que él rodó su único ojo hacia arriba.

— Gracias, pequeña. Tomaré algunos. — Y tras tomar un par se llenó la boca con comida, masticando con esta cerrada. Prefería fingir alguna ocupación.
metálicos, decorados en relieve con motivo del wyvern.

Se dirige con paso firme a la entrada del castillo, ajeno a sus tierras.-

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