Si bien se sentía apenado una vez que repaso su última pregunta, al ver la respuesta positiva una sonrisa inevitablemente se esbozó sin poder controlarlo. —Bueno, debo admitir que me siento muy honrado de que quieras ayudarme. Pero no quiero meterte en problemas que no son tuyos. Además de que apenas nos conocemos, sería una ingratitud de mi parte. —Aclaró aunque en el fondo se sentía cobijado. Hacía tiempo a nadie le externaba sentimientos o su preocupación.

—¿Puedes cambiar el destino? —Cuestionó casi como si se tratara de una fantasía que añoraba.

-Sus facciones habrían cambiado a una de total sorpresa ¿pedirle ayuda a una desconocida? Cree que no es algo que suceda todos los días, llamó su atención. Sus dedos jugaban con el dado como si la suerte y el control del destino se encontrase al alcance de la palma de su mano, como si pudiese manipularlo a su antojo. Sonrió ladina.-

Puedo ayudarte, ¿me darás una gran aventura? Encontraremos esos cristales que queden perfecto con tu mirada.

—Para nada.

Por momentos olvidaba la ruina que ocasionó en su mundo la magia de los cristales. Ahora que sus pasos se dirigían en son de la libertad, cuestiones tan mundanas como reírse de sí mismo eran detalles que apreciaba por minusculos o simples que fuesen.

—¿Usted me podría ayudar? —Preguntó, mirando soslayo el pequeño dado entre sus falanges.

Comprendo, entonces sus cristales no iban con el tono de sus ojos.

-Si bien ella desconocía el verdadero significado de los cristales para el hombre ella preferiría llevar una charla más amena, tomarse su tiempo para revelar el misterio de los cristales y ¿por qué no? Hacerle olvidar el terrible sabor a hiel que estos dejaron en sus labios.-

Tal vez debiste pedir ayuda a alguna mujer y así ahorrarte de una vez esas malas experiencias.

El hombre soltó una risa casi ladina. Era como si se riera de su propio destino; los critales de la dama poco o nada tenían que ver con los que significaron la desgracia para su mundo.

—En tu caso, debo admitir que son un lindo complemento al color de sus ojos. Así que no hay nada mal en ellos.

Gracias. ¿Malas experiencias con los cristales? ¿Es acaso que se rompen cuando tú los usas?

-Lo más seguro es que ella se esté confundiendo de cristal.-

— Lindos cristales. Lastima que he tenido malas experiencias con ellos...