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Karonte · 26-30, M
Era obvio que la cocinera era particular, el uso del negro y su estipe felina le recordaban a las panteras del sudeste. La misma mirada centrada, la misma forma de moverse entre esa coquetería pero también entre la firmeza de su estoica fisionomía. Superaba al Hacedor en altura y en porte, razones qué hacían dudar de que una de las razones de la falta de prosperidad ajena podían provenir, al igual que en todos los felinos de ese tipo, a que la hermosura rivalizaba a su elegancia, pero tambíen resultaban intimidante para el común de las personas.
Por su parte no había nerviosismo, solo esa calida frialdad gélida que su mirada podía desprender y su media sonrisa aclarar. No se levantó al compás contrarío, sino que yacía sentado armado de mucha intriga de saber su historia.
—Que así sea, Sier —dijo con tranquilidad, aceptando sus palabras—. También querré oír tu historia.
Por su parte no había nerviosismo, solo esa calida frialdad gélida que su mirada podía desprender y su media sonrisa aclarar. No se levantó al compás contrarío, sino que yacía sentado armado de mucha intriga de saber su historia.
—Que así sea, Sier —dijo con tranquilidad, aceptando sus palabras—. También querré oír tu historia.
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Lo anotó agregando detalles creativos de cómo probablemente hacer la crema, qué frutillas usar, qué presentación darle... y para el fondant tenía una idea mas...visual, después de todo la cocina también podía ser un espectaculo
— Es todo un honor para mí la oportunidad de comentar mis ideas con un verdadero comensal, un hombre con un encanto que hace a los mismos angeles palidecee ante su apariencia y su cultura. Permítame realizar los platillos discutidos y presentarlos ante usted. — La mujer de casi dos metros hizo una reverencia con cuidado, era tan discordante; parecía una peleadora callejera qué te arrancaría el corazón del pecho, pero su voz y su aura era de calma y educación.
— Es todo un honor para mí la oportunidad de comentar mis ideas con un verdadero comensal, un hombre con un encanto que hace a los mismos angeles palidecee ante su apariencia y su cultura. Permítame realizar los platillos discutidos y presentarlos ante usted. — La mujer de casi dos metros hizo una reverencia con cuidado, era tan discordante; parecía una peleadora callejera qué te arrancaría el corazón del pecho, pero su voz y su aura era de calma y educación.
Karonte · 26-30, M
Notaba el fervor, entre femenino y felino por parte de la cocinera. Excelsa en su tarea, mientras que Karonte tan súbitamente sereno mantenía ese semblante innerte de una sonrisa y ojos celestes de color del cielo pero con la fuerza del zafiro. Sentado, reposo su propio mentón en el dorso de su mano mientras le observaba pensar y he de ahí, la excelencia de sus palabras.
—Milhojas, hojaldre y crema con frutillas. Es exquisito y sencillo...—pensó en voz alta, mientras le miraba cómplice desde su lado—. O una Fondant de chocolate, con premio de cereza dentro.
—Milhojas, hojaldre y crema con frutillas. Es exquisito y sencillo...—pensó en voz alta, mientras le miraba cómplice desde su lado—. O una Fondant de chocolate, con premio de cereza dentro.
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De uno de sus bolsillos de su mandil sacó una pequeña libreta con apuntes, anotaciones e incluso los bocetos de sus ideas de platillos — Puedo hacer una salsa especial con frutos rojos, o con tonos más picantes. Dependiendo de la versión que el cliente guste. —
Con el bolígrafo rascó levemente su oreja de felina que ya hacia arriba en su cabeza y asintió moviendo su cola.
— Excelso como siempre.... Cabernet Sauvignon o Terrunyo Carmenere...— aquello lo anotó y asintió. — Para el postre....hmmmm— su cola de felina se esponjó ante la dificultad, sus postres eran ricos...pero...no su fuerte.
Con el bolígrafo rascó levemente su oreja de felina que ya hacia arriba en su cabeza y asintió moviendo su cola.
— Excelso como siempre.... Cabernet Sauvignon o Terrunyo Carmenere...— aquello lo anotó y asintió. — Para el postre....hmmmm— su cola de felina se esponjó ante la dificultad, sus postres eran ricos...pero...no su fuerte.
Karonte · 26-30, M
—¿Crema de almejas en pan campesino? Será, será —tomó asiento en una de las finas sillas del lugar, de asiento cómodo pero recto respaldo de madera para poder quedar rígido en caso de que un cliente precise de disciplina. Karonte se talló el mentón afilado con su mano, pensativo—. Necesitamos algo más para sorprender hasta el más crítico, la ventresca... me suena un sabor mucho más intenso, fino y delicado.
Alzó sus ojos, tan celestes como el cielo ante la mujer. Reflexión de segundos, pensamiento dicho con una tramposa sonrisa—. ¡Bravo, sier Mao! Se me ocurre con un buen vino de compañía, tinto, en efecto. Cabernet Sauvignon para la carne, pero uno joven, si, para no olvidar el sabor mucho más intenso del plato ¿Que le parece? Una compañia humilde, pero acertada.
Alzó sus ojos, tan celestes como el cielo ante la mujer. Reflexión de segundos, pensamiento dicho con una tramposa sonrisa—. ¡Bravo, sier Mao! Se me ocurre con un buen vino de compañía, tinto, en efecto. Cabernet Sauvignon para la carne, pero uno joven, si, para no olvidar el sabor mucho más intenso del plato ¿Que le parece? Una compañia humilde, pero acertada.
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Se mantuvo de pie a un lado de él, su cola de felina a penas se movía, pero cuando pregunto aquello se quedó quieta.
— Tenemos toda una gama de nuevos sabores para explorar. Una fusión de carnes rojas con notas más dulces, tal vez una Ventresca de cordero con puré de manzana... O una crema de almejas con papas en pan campesino. Si no desea carne roja—
— Tenemos toda una gama de nuevos sabores para explorar. Una fusión de carnes rojas con notas más dulces, tal vez una Ventresca de cordero con puré de manzana... O una crema de almejas con papas en pan campesino. Si no desea carne roja—
Karonte · 26-30, M
—Gracias, sier Mao —como siempre le corresponde con una de sus gratas sonrisas, con complicidad—. Parece que sus platos están siendo un éxito con la nueva política, aunque es todo mérito suyo, un placer ayudarle he de decir.
Y se mantiene erguido, mientras revisaba en su cuaderno el crecimiento exponencial de sus incursiones culinarias y los nuevos ingredientes.
—¿Que tienes en mente ahora?
Y se mantiene erguido, mientras revisaba en su cuaderno el crecimiento exponencial de sus incursiones culinarias y los nuevos ingredientes.
—¿Que tienes en mente ahora?
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Se acerca a quitarle un fino cabello rubio de su hombro y verificar que los hombros de su abrigo no estén desalineados. — Perfect. —
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