Sólo yo difiero de los otros hombres y mujeres porque me aferro al calor del sol al que adoro, sé de mi propia angustia y sé que ella no tiene final: Por eso lucho.

Lucho desde la primer batalla, desde el primer espasmo de vida, donde floto dolorosamente sin existencia ante la ausencia de una Madre carente de palabras que me dice lo que no soy, ni seré.

En mi no existe testarudez ante la protesta de la batalla: no busco estar bajo el coro de las «buenas razones» para proteger a otros de otro modo o defenderlos. Soy indefectiblemente yo mismo y es en esto en lo que radica mi luchar:

Tener razones para hacerlo es meramente un espejismo oscuro. [2/2]

【𝐋𝐀𝐍𝐂𝐄𝐑】Quizás «llorar» es demasiado burdo; quizá no sea necesario remitir todos los llantos a una misma significación; quizás haya en el mismo guerrero muchos sujetos que participan en modos próximos, pero diferentes, del «llorar». El sufrimiento de cada batalla no tiene fin, no tiene inicio tampoco, de hecho es un error intentar pensar el conflicto con un principio y un abrupto corte.

El choque de armas está rodeado de pequeños acontecimientos, incidentes, reveses, fruslerías, mezquindades, futilidades, pliegues de la existencia violenta; todo nudo factual cuya resonancia llega a atravesar las miras de felicidad del guerrero como si el azar intimase contra él.

En el temor de la batalla, tengo miedo de mi propia destrucción, que entreveo bruscamente, segura, bien plasmada, en el brillo de la palabra, de las armas. [1/2]