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About Me Notes
About Me

Nombre: Karl-Heinz Leopold
Raza: Dragón de Tierra
Edad: Desconocida. Perdió la cuenta después de los quinientos.
Estatura: Dos metros con diez centímetros.
Profesión: Caballero.

Historia:

Había una vez una princesa y su viejo caballero.
A pesar de que soy viejo, mi vida realmente tuvo significado cuando pasé a servir a la Princesa Sybilla.
Ella apenas tenía quince años cuando hice mi juramento hacia ella. Debido a su excesiva energía, el Rey y la Reina decidieron asignarle un guarda espaldas de tiempo completo, así que me eligieron. Debían estar contentos con mis habilidades, pues el trabajo requería a más de diez hombres, pero sólo me asignaron a mí.

Sybilla era muy opuesta a sus hermanos. Sonreía, bailaba, y al mismo tiempo negociaba y obtenía lo que quería. Sus estudios en política sobresalieron a un ritmo aterrador. Lo normal sería que sus hermanos buscaran apartarla, pero sólo la incluyeron. Tenían un buen ojo para el talento.

A pesar de que los dragones somos criaturas orgullosas, en el reino de Hellerkrieg existía la cooperación. Los ejércitos estaban bien organizados, las casas bien abastecidas, los impuestos bien pagados, pero teníamos un enemigo. El reino vecino cortaba las rutas de mercado cada que podía, y las villas a las afueras sufrían las deshonras más absurdas.

La paz estaba peligrosamente mantenida, pero la princesa Sybilla fue la primera en dar un paso adelante. Planeó, organizo e invadió. Tomó los primeros territorios en tan sólo dos días, y no dejamos de avanzar.

Mis habilidades fueron bastante útiles. Tengo el poder de la tierra, su manipulación está ligada a los nervios de mis brazos, mis piernas y mi torso. Puedo mover grandes cantidades de tierra si navego dentro de mi mente y a través de la concentración, conecto los nervios a la energía de la tierra y esta se mueve. Cuando me lo propongo, puedo hacer colinas majestuosas. Si tengo tiempo y energía, puedo hacer crecer cultivos e incluso escarbar entre la tierra en busca de agua y minerales. Bueno, esto último requiere bastante tiempo.

Así que yo hice los puentes para el ejército de la princesa Sybilla, y ella la conquista. Juntos nos fuimos apropiando de los territorios, pero luego me percaté de los métodos de la Princesa. Mientras yo hacía los puentes, ella lanzaba el terror en las casas de los aldeanos. Destruía sus posesiones y las tomaba como pago por los destrozos en su reino, y asesinaba ante la resistencia.

Era la guerra, y yo estaba tan ciego de admiración por ella que no me negué. Al cuestionarla, ella daba razones bastante buenas sobre el control y la permanencia del dominio, y funcionaba. Pronto, el reino enemigo la vio como la más grande de las tragedias, y yo como mi diosa. Supongo que no todos los seres son cien por ciento malvados. Cerca de ella, era encantadora.

Conquistamos el reino bajo el terror, y con una estricta disciplina lo conservamos y gestionamos los recursos. Después, tomamos un reino vecino siguiente, con interesantes minas que me dí el lujo de preparar. Vinieron otros pueblos, puertos, y sólo quedaba el siguiente reino: Bellstone.

Entonces, el enemigo fue astuto. Decidió atacar una de las habilidades más delicadas de una mujer: el amor. El reino envió un mensajero que si tal vez no era muy atractivo pero tampoco desagradable, era educado e inteligente. Aunque venía con palabras de alianza, poco a poco la Princesa cayó en sus redes. Se celebró una boda, y la guerra quedó en pausa. Dos hermosos hijos nacieron de esa unión: un niño y una niña.

No lo vi venir. Pensé que todo se había terminado. Fueron los chillidos de la servidumbre lo que me despertó ese día. El marido de Sybilla le cortó la garganta a la medianoche, luego desapareció, junto con los niños.

Lo que vino después fue la caída de toda la organización. Los hermanos de Sybilla dependían tanto de ella que al estar separados, fue fácil tomarlos como rehenes. El Rey y la Reina en su vulnerabilidad pagaron los rescates, los cuales se desenvolvieron en una trampa. Poco a poco los integrantes de la familia real fueron asesinados, y el virus que había atacado desde adentro empezó a reconquistar todos los territorios con la bandera de Bellstone.

Yo me convertí en un botín de guerra. Demasiado valioso para ser asesinado, o eso pensaron después de ver mi trabajo en la tierra. No me negué ante la propuesta de un nuevo juramento, fingiendo cambiar de amo a conveniencia. La única razón por la que lo hice, fue por que de otra forma no podría encontrar a los hijos de Sybilla, los últimos herederos de la corona, los legítimos sucesores.

Busco: Rol medieval, me adapto a la trama necesaria. No tengo preferencia alguna por los personajes con los que pueda interactuar.