Me gusta recordar tu risa, y más que nada tu voz siempre que que discutíamos... tu espada y la mía en perfecta sinfonía, hombro a hombro siempre ante el peligro; nunca deje de aprender de ti, pues me enseñaste a ser un verdadero guerrero, pero el curso del tiempo ahora nos lleva por caminos distintos... recuerda, siempre serás mi bella flor de cerezo...