Simple detalle sin importancia dentro de su misión.
— ... vamos... Izuminokami... No es tiempo para rendirse — musitó mientras sus brazos nuevamente empezaron a responder, levantando su espada con algo de dificultad, estaba dispuesto a hacerle frente al nuevo contendiente sin pensarlo dos veces.
— Tal vez me he equivocado en la cuenta... pero no dejaré a tu estirpe salir de este sitio con vida... — su voz se alza con fuerza sobre la presencia contraria, solo el brillo de su espada reflejado sobre sus azulados ojos define su posición tan entregada... aunque en esas condiciones dar combate sería muy difícil **

** El silencio del sitio por unos instantes huyó de cada recoveco, la presencia ajena inmediatamente fue detectada; aquel protocolo de llegada no era algo común en la época donde justo ahora se desarrollan los hechos. Aquella época los ubica a ambos dentro del año 1863 en algún lugar de las montañas alemanas, movido por una petición algo egoísta de su predecesor por encontrar un raro tesoro oculto dentro de los dominios de una faccion exiliada del infierno, demonios rebeldes los cuales siguen las creencias de un general de alto rango en las filas del inframundo; seres tan despreciables que encuentran placer en hurtar y asesinar sin ninguna discriminación. Tal vez el aroma tan desagradable que ahora se cierne sobre la atmósfera es a causa de los elementos obscenos y tan decadentes que forman el cuerpo físico de almas demoníacas, quizás para la recién llegada la escena y el aroma era algo nuevo, un hecho no muy fácil de asimilar, pero para el guerrero aquello no era nada más que un simpl

{...} ¿Qué era esto? fue lo que logró pensar al cubrir su nariz con su mano en un intento de no tener arcadas ni aspirar mucho humo, incluso sabía que le llevaría unas largas horas antes de volver a utilizar la energía de su artilugio, ¿pero que podía hacer?— Gracias Evan, de nuevo lo hiciste. —Masculló, junto a una expresión de estar indignada. No obstante una figura a lo lejos llamaría su atención, ¿¡había supervivientes?!, su piel se erizo al no saber si poder confiar en esa persona que luchaba por mantenerse en pie. Definitivamente no estaba en su criterio en abandonar a nadie, luego buscaría la forma de salirse con la suya si estaba en peligro, de igual modo, no tenía nada que perder -por ahora-.

Había transcurrido un tiempo en que la pelirroja viajaba entre los mundos paralelos en busca de las dos últimas piezas de su reloj, y solo cada cierto período había señales de su localización al ser un instrumento diseñado particularmente por su padre. Pero dado a aquel accidente provocado por la competencia de otra empresa que buscaba adueñarse de tal proyecto familiar, la chica que sólo pasaba como acostumbraba a ver a su familia, se vio envuelta en el hurto -por proteger el descubrimiento de su progenitor que tardo años- teniendo como consecuencias que esta fuese enviada fuera de su época; desde entonces sólo intentaba hacerse con las piezas pese a no ser tarea fácil, ya que en ocasiones, las coordenadas de la ubicación no coincidían, haciéndola perderse de vez en cuando como ahora: se hallaba junto con la maquina del tiempo en aquel desolado lugar, el olor de la putrefacción de los cuerpos sin vida como el olor a hierro de la sangre, provocaba en ella ciertas náuseas. {...}