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— ¡Nada! ¡Si esto es mío! — dijo, con un enorme bate lleno de púas. Mentira, se había metido a la casa de un viejo al cual infartó del susto, y ya que estaba el mal hecho, robó un arma que el pobre infeliz utilizó de joven.
Sus orejas bajaron al ver el periódico. No le gustaba ese sonido.
— Lo voy a probar con tu cabeza, ¡Deja eso!.
Sus orejas bajaron al ver el periódico. No le gustaba ese sonido.
— Lo voy a probar con tu cabeza, ¡Deja eso!.
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