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La albina de cornamentas observaba su cabaña mientras se rascaba la nuca con la zurda y bostezaba con las fauces de par en par.
Con su viejo bolso lleno de misterios al hombro dió media vuelta y dió los últimos pasos hacia el exterior de lo que hasta recién ha sido su hogar.

Atarse jamás está en sus planes. Hoy con las lunas cruzadas y en un modo normal de desapego, decidió partir. Nada ni nadie la necesita, y viceversa. Caminó hacia la parte más pesada de su propio bosque, dejando un rastro intenso de su piel con aroma a flores de naranjo. "Nada podrá".
 

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