Una sonrisa ladina apareció en los labios del mafioso, quien con solo escuchar sus palabras sabía que bromeaba; cómo tantas otras veces que lo había hecho.
Por supuesto que se avecinaba un panorama jodido, pero también era una gran oportunidad para él, para hacerse del dominio de aún más territorio.

Fue entrelazado por las frías manos de la rubia y cómo si ella quisiera, se había acorralado a sí misma. Parecía que se había acostumbrado mucho más de lo que debía a la presencia de aquel sujeto que hacía temblar a NY con sólo pronunciar su nombre.

─ Voy a poner primero varias balas en la cabeza de mis enemigos, y cuando llegue el momento ─ soltó el agarre de su diestra y la moldeó cómo si de una pistola se tratara, apuntando con dos dedos la sien de la despampanante rubia.


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