Quizá no pueda convencerte, y tengas que experimentar la calidez y la bondad que pueden dar los humanos por ti mismo, pero yo, siendo Vastaya, puedo transmitirse un poco de ello, si así lo deseas. Sólo necesitas abrir tu corazón y tu alma para recibir.

-Extendió su mano derecha, sin inmutarse o asustarse de aquella tenebrosa voz que a más de uno ahuyentaría, ella se mantuvo sonriente y pacifica, esperando a ver si aquel tomaría su mano o la rechazaría.-

La voz calma de la cambia pieles le causó una leve sorpresa pues el Rakshasa, que fumaba con parsimonia miró a la mujer, clavando sus ojos en ella de manera impetuosa. Sonaba su voz como un eco abismal.

—Es indiferente, la luz y la oscuridad son extremos...¡Yo no sigo ningún tipo de ellos! Dame una razón para ver a los humanos de tal forma...

No todos los humanos son perversos, aún entre la espesa oscuridad, suele haber varios destellos de luz. Además de que la maldad no distingue razas o especies...

-Comentó la felina, tras escucharle renegar en soledad sobre aquella especie en particular, pese a los tormentos que ella llegó a padecer en manos de aquellos, otros le habían mostrado la bondad.-