Los ojos de la médica de épocas olvidadas estarían sellados en un pacto con el mundo espiritual con más firmeza que el filo del destino de aquella espada, la cual sentía reposarse amenazadoramente sobre su cuello. Esta tensión, un compás de silencio, era roto únicamente por los latidos de su corazón y sus pensamientos que resonaban en el profundo abismo entre la vida y la muerte.