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User1576008 · 26-30, M
Le avergonzaba recordar cuántas veces había practicado ese momento con el monje Miroku. Sí, practicó hasta que su dignidad desapareció por completo. ¿Y qué fue lo peor de todo? Que las palabras no salieron para nada como lo había planeado con su mejor amigo.
Por un momento quiso desaparecer, quiso volver a ese momento atrás donde todo se resumía a tejer las marañas estando acostado sobre las piernas de la sacerdotisa. Temía haber arruinado todo, ¿por qué tenía que ser tan bruto? ¿Por qué no podía tener más tacto?
¿Y en qué momento cesó la llovizna y en su lugar las aves empezaron a cantar? Prefirió guardarse aquella propuesta por tantos días como le dio su paciencia. Oportuno fue hacerlo sin luna; humano, indefenso, vulnerable. Pero esa había sido su propia voluntad: exponer sus deseos y sentimientos. Quería mostrarse como era y ese deseo tan humano de unirse en cuerpo y alma a la mujer que amaba.
[...]
Por un momento quiso desaparecer, quiso volver a ese momento atrás donde todo se resumía a tejer las marañas estando acostado sobre las piernas de la sacerdotisa. Temía haber arruinado todo, ¿por qué tenía que ser tan bruto? ¿Por qué no podía tener más tacto?
¿Y en qué momento cesó la llovizna y en su lugar las aves empezaron a cantar? Prefirió guardarse aquella propuesta por tantos días como le dio su paciencia. Oportuno fue hacerlo sin luna; humano, indefenso, vulnerable. Pero esa había sido su propia voluntad: exponer sus deseos y sentimientos. Quería mostrarse como era y ese deseo tan humano de unirse en cuerpo y alma a la mujer que amaba.
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