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El instante en el que InuYasha había descendido de su vehículo, ella se había agachado a recoger la sandalia que yacía rota sobre la hierba. Fue en ese momento que el cambio de peso a sus espaldas casi le hace perder la dirección del manubrio.

Al volver la vista al frente todo lo que vio fue la sonrisa llena de complicidad que él le dedicaba; sonrisa que le devolvió con el mismo afán.

¡Sujétate, Moroha! —entregó en sus manos el calzado hecho jirones y aguardó a que se acomodara en la canasta para reafirmarse en el asiento y descender colina abajo, lo más rápido que esas desgastadas ruedas pudieran andar.
User1576008 · 26-30, M
Estaba pendiente de ambas en todo momento, sintiendo cómo el viento ondeaba su espesa melena plateada, aunque casi pasó por alto el detalle en la sandalia de la sacerdotisa. Sabía que estaba dando lo mejor de sí misma y ninguno de los dos quería quitarle la diversión a su hija.

¡Afírmense bien! —advirtió el híbrido y, acto seguido, saltó de la bicicleta, quizá desestabilizando la misma por unos segundos ante la súbita ausencia de su peso, pero eso aligeraría la carga.

Pronto InuYasha reaparecería corriendo colina abajo al lado de su mujer, a quien le dedicó una sonrisa llena de complicidad.
¡No puedo! Las ruedas están desinfladas y los dos hacen mucho peso... —estaba lamentándose con un sonoro suspiro, más agotado que resignado. Las prendas de sacerdotisa tampoco estaban haciéndole la labor más sencilla, cada tanto tenía que lidiar con sus sandalias que se zafaban o con los pliegues del hakama enredándose en las ruedas—. ¡Auch! —Y allá se fue su último buen par de calzados: había roto la correa de uno, golpeándose un pie en el trayecto.
User1576008 · 26-30, M
Mira hacia el frente, Kagome... ¡Moroha! ¡No te muevas tanto!
moroha · F
¡MÁS RÁPIDO! Towa chan suele ir a prisa.

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