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User1576008 · 26-30, M
El tacto de los deditos husmear entre sus cabellos le relajaba más de lo que pudiera admitir. Se estaba acostumbrando a recibir esos masajes disfrazados de juegos donde su hija solía buscar un tipo de insecto diferente cada día. Tanto era lo que se dejaba llevar que poco le importó que hoy se tratara de pulgas.
Pero cuando Kagome se unió a la burla, una de sus sienes se hinchó considerablemente. Una cosa era enfrentarse a ellas por separado, pero juntas contra él se habían convertido en un rival digno de quitarle el sueño.
— ¡Claro que no tengo pulgas! No sean tontas —respondió con indignación, elevando los tobillos de Moroha, amenazando con bajarla de sus hombros—. ¿O no se han puesto a pensar que si yo tuviera... ustedes también? ¡Já! —elevó una ceja, haciéndose el listillo cuando volteó a ver a su mujer con una mirada de quien está por encima de todos.
Pero cuando Kagome se unió a la burla, una de sus sienes se hinchó considerablemente. Una cosa era enfrentarse a ellas por separado, pero juntas contra él se habían convertido en un rival digno de quitarle el sueño.
— ¡Claro que no tengo pulgas! No sean tontas —respondió con indignación, elevando los tobillos de Moroha, amenazando con bajarla de sus hombros—. ¿O no se han puesto a pensar que si yo tuviera... ustedes también? ¡Já! —elevó una ceja, haciéndose el listillo cuando volteó a ver a su mujer con una mirada de quien está por encima de todos.
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