—¿No pensabas compartirlo? —no hubo indignación en su voz, tampoco sorpresa como tal, sino, más bien, monotonía pura. Comprendía que, de todos ellos, Inuyasha era quien más necesitaba recuperar fuerzas, pero aún así...— Aunque sea guarda un poco para Shippo, Inuyasha —un niño en crecimiento debía comer bien, así lo creía ella. Finalmente consiguió dar con un par de paquetitos sellados de palillos que de inmediato ofreció a sus amigos.
Pensar en niños había conseguido trasladarla a los hechos más recientes cuando, fugazmente, ambos se habían topado con aquella peculiar niña de ojos achocolatados y cabellera azabache. Había sido fugaz, pero aún recordaba su aspecto: ataviada de un traje rojo -tan rojo como el del mismísimo Inuyasha- y con una energía desbordante y colérica; se parecía bastante a él, si debía juzgar por las primeras impresiones.