« Back to Album · Next »
Newest First | Oldest First
El 'crack' de la rama partiéndose a la mitad la hizo palidecer como el día que halló los hierros retorcidos de su bicicleta en pleno patio de su casa. [?] Nada salió de sus labios al comienzo, todo su lenguaje corporal asemejaba la calma antes del cataclismo. Sin embargo, tan pronto como oyó la peculiar explicación que InuYasha compartía con su hija, todo en ella se suavizó.

《Es especial, como tú y como yo》 Le oyó decir. Una frase tan simple, pero que, a juzgar por la mirada que mantuvo sobre ambos, se quedaría grabada por siempre en su memoria... Un muñeco de tres brazos, sí, no era lo que esperaba, pero era perfecto justo así.

Sacudiendo los restos de nieve de su hakama se puso de pie, uniéndose a ellos.

Tendrán que ayudarme a encontrar algo bueno, con este clima no hay cosechas y... ya se acabó la "comida de astronautas".
User1576008 · 26-30, M
La buena noticia es que ya no tiene dos brazos, ¡tiene tres! Mira, Moroha —tomó una de las manitas de la menor para atraerla hacia él, de modo que pudiera apreciar el muñeco desde su perspectiva. Señaló el "tercer brazo"—. Es especial, como tú y como yo —tomó a la menor por los costados, elevándola con facilidad para acomodarla en sus hombros—, también tiene una parte demoniaca.

Una vez sosteniendo a la pequeña por las piernas, volteó nuevamente hacia su mujer, buscando su mirada para que lo viera sonreír como se llevaba una palma a frotar su barriga.

No sé ustedes, pero tanto trabajo me ha abierto el apetito.
User1576008 · 26-30, M
Miró con orgullo el resultado. Poco había aportado el padre de familia, pero no lo había arruinado como se temía al principio, con la mirada le agradeció a la sacerdotisa. De hecho ya avanzaba hacia ella cuando contra su rodilla sintió el impacto de una rama que se rompió; el bracito del muñeco. Casi se puso azul, como quien teme ser acribillado.

Eh... —no sabía cómo arreglarlo, la parte que quedó pegada quedó torcida, no tenía con qué unir la otra parte. Esperaba un regaño de su mujer en cualquier momento, una de las burlas habituales de la menos, así que rápidamente clavó la otra parte de la rama cerca del otro brazo... sin estar seguro de porqué lo había colocado ahí en realidad.
¡Por supuesto! —no estaba dando marcha atrás en su insistencia, sabía que él lo lograría y así lo hizo... Quizá no de la forma convencional, pero su toque definitivamente completaba el cuadro familiar. Aquel muñeco de nieve no sería el mismo si no estuviera moldeado por las manos de cada integrante de su pequeña, pero tan amada familia; así lo creía firmemente ella—. Mira —apuntó lo que él acababa de hacer con la alegría juvenil y desbordante que siempre la había caracterizado—, ahora tiene unos cuantos lunares y pecas.

User1576008 · 26-30, M
"Tengo miedo de arruinarlo", su orgullo le impidió emular esas palabras, pues no era para nada delicado. Además temía decepcionar a su hija apenas tocara cualquier parte del muñeco para destruirla sin intención de.

A continuación las palabras de Kagome demandaron su atención, y las manos del híbrido acudieron con torpeza a recibir las semillas en el cuenco que acababa de formar con sus palmas.

¿Estás segura...? —inquirió con voz muy baja, casi como un secreto. "Bien, tú puedes", pensó, juntando un puñado de semillas entre sus dedos (y los cuencos de sus largas garras), esparciéndolas cuidadosa pero desordenadamente las semillas por cualquier parte del cuerpo inerte del nieve a las que se adherieran. Aunque había que admitir que muchas otras cayeron al piso, por suerte Moroha pareció no notarlo.
Moroha lo estaba haciendo excelente. Su pequeña era hábil y creativa; no cabía en su pecho tanto orgullo y felicidad.

InuYasha, por otro lado...

Podía sentir sus ojos sobre ella. No necesitaba verlo de frente para intuir qué mirada traía en ese momento, de modo que, sin decir una palabra, tomó un puñado de semillas de varios colores y las entregó en sus manos.

Ten, inténtalo —lo alentó a participar, dedicándole una sonrisa tan cálida que podría haber fundido la misma nieve.
User1576008 · 26-30, M
Observaba con ingenua curiosidad los movimientos de las manos de la azabache, pues cuando ella amoldaba la nieve para darle la forma que quería lo hacía ver de lo más sencillo, incluso Moroha estaba dominando la técnica, o por lo menos era buena con los detalles.

Add a comment...
 
Send Comment