Admitió mientras exhalaba un suspiro, ese tipo de afirmaciones la hacían sentir nerviosa. Ha sido la confesión más cursi que ha soltado en su vida, de estar Yae Miko ahí, seguro usaría sus palabras para las novelas en la editorial. Aprovechando su posición, abrazó con fuerza a Kaeya, nuevamente ocultando su rostro tras su pecho, estaba segura que sus mejillas parecerían una sunsettia por lo sonrojada; no solo por sus palabras ahora, sino por las preguntas de éste. —Lo-los piratas no preguntan que tesoros robar. Pero si tuviera que responderte, te dejaría robar todos los que quieras.—

Fue tomada por sorpresa brevemente, aunque el agarre era firme, la hizo soltar una leve exclamación ya que no era suficiente como para espantarla; y así como el agarre del moreno se afianzó, ella rodeó con mayor seguridad el cuello de éste sin modificar su postura, estaba bastante tranquila así y era el pretexto perfecto para ser sostenida de esa manera por su pirata. Quería gritar por sus propios pensamientos traicioneros, era como una chiquilla enamoradiza. —¿Puedo tomar eso como que te agrada esa idea de una cita? La pequeña hechicera Klee me dijo que hay un juego muy divertido de pajaritos y... eh, la puntuación con...— Y olvidó que más iba a decirle cuando sintió aquel beso tan delicado sobre su frente, pausando cual fuese su tren del pensamiento en ese momento. —Creo que eres el mejor pirata que ha visto Teyvat, porque no solo robas monedas, también mis pensamientos y suspiros. Tienes suerte que soy una princesa, así no puedes ser arrestado.— (...)

Finalmente, la risa se hizo presente en la boca de Kaeya. Aunque aquello era parte de un juego, no podía evitar reírse por la sinceridad que existía en la sacerdotisa, no solo en sus palabras sino también en aquella exquisita expresión que degustó animoso; desde el suave color que se apoderó de sus mejillas hasta esa comodidad que se hizo notoria. En acto reflejo, Kaeya le afirmó por las rodillas y la espalda con mayor firmeza, demostrando que no tenía intención alguna de soltarla, al menos no tan pronto.— ¿Una cita en la feria? Vaya, es mejor de lo que podía pensar. —Confesó, su risa permaneció activa un poco más y se esfumó con la gentileza que se apoderó de sus acciones, mismas que se manifestaron en un suave beso contra su frente y sus cabellos.— A donde mi princesa desee ir, será. Pero qué dicha tengo de tener una cita con ella, aunque, como pirata que soy, debería asegurarme de robar algún tesoro, ¿no es así? ¿Qué tal si me deja robarle un beso o quizá dos?

Sus mejillas se arrebolaron en un instante a la vez que una risa divertida se hacía presente. Kaeya tenía una habilidad sorprendente con las palabras y galantería que le hacían imposible no sentirse tímida y era notorio una sensación cálida en su pecho por lo dicho. En un intento de ocultar su evidente vergüenza, recargó su mejilla en el pecho de éste, poniéndose cómoda en su huída. —Parece que el sentimiento es mutuo mi querido pirata, ya que ésta princesa está justo donde desea.— alzó la mirada con algo de timidez y le ofreció una sincera sonrisa. —¿A dónde yo quiera?— Pensó brevemente. —Donde sea con mi pirata favorito, pero eso es muy vago. ¿Qué te parece si perdemos al aventurero y luego vamos a una cita en la feria.— Ofreció entusiasmada, había un juego que moría por jugar con el capitán.

— La regla número uno, mi querida señorita, es jamás bajar la guardia ni por un instante. Aún si estuviese del otro lado de Teyvat, no dejaría de preocuparme porque, ¿quién no mataría por compartir un minuto de su tiempo con semejante belleza? —Le sonrió, tan amplio y pícaro que de a poco la risa asomó en su garganta. Conteniéndose de convertir su seriedad en una broma.— ¿A dónde dice? A todos lados, a mi corazón, a mis sueños. A donde usted quiera ir, mi adorada princesa.

—Creo que llevamos la ventaja, no creo que el aventurero nos alcance y la brujita parece más entretenida con sus dodoco que con la intención de perseguirte. ¿A dónde me lleva señor pirata?— Comenta divertida, los escapes le parecían emocionantes.