Pero, pensándolo bien, tan solo me anticipé a la realidad, a lo que debía ser y tenía que suceder, porque vamos, sabía que eso tendría que pasar tarde o temprano. Solo que yo deseaba, en lo más profundo de mí y con cada una de mis entrañas, que hubiese una sola gota de compasión.

En ese momento no sabía qué dolía más. La impotencia, la incomprensión, esa sensación de ahogo que se produce cuando te estrujan el corazón en pedazos; pero, mucho tiempo después lo descubrí. Dolía más el acero, el calor, el fuego, esa rabia en los ojos de quien consideré un hermano y me miraba con desprecio, con el deseo de hacer pedazos y calcinar todo lo que estaba a su alrededor.

Los hombres son raros cuando los invade la rabia. Corroe sus mentes, los despoja de sentimientos y razón, les remueve todo sentido de humanidad para convertirlos en bestias que siguen impulsos violentos e irracionales. Pero, ¿qué más daba? ¿qué más quedaba?

Una burla. Un castigo o tal vez una forma de mantener siempre presente un patético recuerdo. Como odio ese momento.

A veces lo recuerdo y solamente rio, rio solo un poco para ocultar la amargura que sentí. ¿Quién diría que la persona en quién más confié levantaría sus armas contra mí? Pero vamos, fue mi culpa, fui un ingenuo por creer que los lazos serían más fuertes que su estúpido sentido del deber.

Me amarga, me molesta y odio pensar en eso. Pero a veces lo hago. Y pienso en un mundo que sería absurdamente perfecto; es irónico pensar que todo pasa por una razón cuando aún no entiendo cuál se supone es la maldita razón. Le doy vueltas una y otra vez, realmente creo que me apresuré, pero los humanos somos así, ¿no? Dejamos que las emociones nos gobiernen sobre la lógica o nuestros propios ideales. Y un corazón herido piensa más rápido en lo que sería correcto cuando busca, cuando menos, un rayo de luz y un poco de compasión.

Qué estúpido fui.

Pero, siendo honestos, ¿quién lo pensaría? ¿quién tendría la capacidad perceptiva de mirar a través de un enorme trozo de hielo? Nadie, no al menos sin derretirlo lo suficiente primero. Pero, también, vamos, ¿quién podría tener la capacidad de quebrar el hielo más duro?

Nadie. Ni siquiera un usuario pyro o la misma divinidad de ese elemento. Una sonrisa falsa y amable, un alma radiante y una personalidad vibrante es el mejor arma para esconderlo todo. ¿Quién lo diría? ¿Cómo es que realmente el hielo podría ser tan cálido? Ah, qué contradictorio es a veces todo.

Dioses que bendicen a traidores con su más preciado don, haciéndoles un favor de darles la fuerza apremiante que necesitan para lograr todo en la vida. Qué curiosos son los hombres que piensan una visión los hace más fuertes o importantes. Y pensar que muchos matarían por ello sin saber el peso o el sinsabor que puede dejar sobre uno. Sin duda, no es más que una burla de los dioses.