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"Y aunque al principio no esperaba, ni creía merecer una respuesta, con cada nueva carta había emoción. A veces por pensar en una nueva broma, en si debía escribir algo serio o hacerte reír; pero, a veces, la emoción se debía a que, quizás, el daño se podía reparar."
 
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En fin.

¿En qué iba? Ah sí, la primer carta. Fue difícil, realmente lo fue. Porque había tantas cosas que podía poner allí; infinidad de metros de papel en los que podía escribir todo lo que sentía, lo arrepentido que me encontraba de la situación. Pero siempre que intentaba disculparme, volvía a dudar y me congelaba. Muchas veces las preguntas rondaron mi mente y me sentí tan inseguro como el primer día que pisé el interior de la mansión.

¿Y si lo molestaba? ¿Y si me odiaba? ¿Si jamás podía perdonarme? ¿Y si mi carta jamás le llegaba?

Pensar no me llevaba a ningún lugar. La frustración crecía cada vez que intentaba escribir y terminaba yéndome a la cama con la promesa de escribir algo al siguiente día. Lo primero que fuera, lo que se me ocurriera por trivial o estúpido que a otros le pareciera. Porque, quizá de esa forma, sentiría que aún existía una solución para acercarnos una vez más por imposible que pareciera. Irónico cuando, en parte, fui yo quien se encargó de rompe
 
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