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En fin, la escritura siempre ha sido un hábito en mí, quizá por eso creí que podía recobrar los lazos que tiempo atrás se rompieron, porque tenía mucho qué decirte y no sabía cómo hacerlo o quizá no quería decírtelo. ¿Para qué opacar esa personalidad tan radiante con trivialidades que ni yo mismo comprendía? Era tonto. Al menos hace tiempo pensaba de esa forma, pero me di cuenta que extrañaba las conversaciones con el pasar de los días que se volvieron semanas y después meses.
Extrañaba las charlas amenas con una comida exquisita y caliente, también las sábanas recién lavadas que aún tenían el aroma de los rayos de sol con que se secaban todo el día; extrañaba el bullicio mientras recorría las vides y también la relajante tranquilidad que brindaba su silencio. ¿A quién engaño? Extrañaba más que eso. Extrañaba todo. Extrañaba a Adelinde. Extrañaba a Elzer. Extrañaba al Maestro Crepus y extrañaba a Diluc también.
A veces me sentía patético extrañando a una familia que no era mía.
Extrañaba las charlas amenas con una comida exquisita y caliente, también las sábanas recién lavadas que aún tenían el aroma de los rayos de sol con que se secaban todo el día; extrañaba el bullicio mientras recorría las vides y también la relajante tranquilidad que brindaba su silencio. ¿A quién engaño? Extrañaba más que eso. Extrañaba todo. Extrañaba a Adelinde. Extrañaba a Elzer. Extrañaba al Maestro Crepus y extrañaba a Diluc también.
A veces me sentía patético extrañando a una familia que no era mía.
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