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Levantó entonces los hombros, desinteresado, y continuó haciéndose el desinteresado: — Supongo que les gustaría saber cómo era la vida allí con el cierre de fronteras y la caza de visiones, los rumores se extienden rápido, pero no es lo mismo escucharlo de alguien que lo ha vivido. Claro, si es que no le molestaría contarles y no es un problema para usted. —Mintió, pero esa sonrisa encantadora y despreocupada no daba oportunidad de mostrar la verdad detrás de sus acciones. Tantos años lo habían convertido en un experto con las mentiras y el correcto lenguaje corporal que debía utilizar para ello.
Suspiró, soltó una última risa y se excusó con sus compañeros de copas que le suplicaron, medio ebrios, continuar con la conversación un poco más, pero desistió. Poco a poco sus pasos lo guiaron hasta él.

¡Yoo! Disculpe, ¿le molestaría si le acompaño unos momentos? —Inquirió, mas Kaeya no estaba dispuesto a aceptar una negativa por lo que terminó cruzándose de brazos junto a él.— Mis compañeros se estaban preguntando si le gustaría acompañarnos, no siempre tienen la oportunidad de ver personas que no sean de Liyue, Mondstadt o de Sumeru; supongo que les gustaría conversar con usted para conocer un poco más de su nación porque, es de Inazuma, ¿no? —Debía ser astuto y utilizar señuelos siempre era lo mejor. Además, era probable que no mintiera del todo, ¿qué ladrón no pondría atención en un fino extranjero al cual robar?
Pero su mirada, con ese único ojo que dejaba ver, guardaba con recelo la sobriedad que tenía y la calculadora frialdad que su mente poseía; revisaba con atención cada rincón, cada objeto y persona que estuviese en la taberna ese día. Creía reconocer a la mayoría, después de todo, era normal frecuentar el sitio para mantener activa su red de contactos e intentar hacerla crecer. Además, siempre debía estar alerta ante aquellos que, desafortunadamente, quisieran cobrar injustamente por sus servicios de espionaje.

Finalmente, Kaeya levantó la mano derecha, aun conservando esa sonrisa amistosa, y la agitó ligeramente hacia ese hombre que encontró al otro lado del salón: Un extranjero, probablemente de Inazuma por lo tradicional y peculiar de sus prendas. Era lo único, en ese día, que resultaba diferente en su entorno, lo único que podía llamar su atención y que, también, resultaba sospechoso.
El mejor lugar para obtener información, además de conocer mejor a alguien, siempre iban a ser las tabernas. Al menos desde la perspectiva de Kaeya era así, porque un buen trago siempre ayudaba a que la lengua se aflojara para liberar los rumores o los secretos que algunos rufianes se esforzaban tanto en esconder. Y para alguien que adoraba el buen sabor del vino, era sencillo matar dos pájaros con una sola flecha. Fingirse ingenuo e inexperto con el alcohol era solo parte del disfraz que el capitán siempre mostraba en esas labores, porque era más sencillo ganarse la confianza de aquellos que no conocían su puesto, así podía estar tres pasos siempre delante de ellos.

Sus carcajadas, después de un largo sorbo a su bebida, no se hicieron esperar dejando en sus labios una sonrisa encantadora, una farsa total, pero que lo hacía lucir lo bastante ebrio para reírse de cualquier cosa que fuese, o no, graciosa.
Era cada vez más y más usual que sus operaciones le llevaran a algunos lugares inesperados y como supervisor de las mismas que eran llevadas a cabo fuera de Inazuma por el Shuumatsuban, no le quedaba de otra que en ocasiones viajar de puerto en puerto para supervisar estas para que su éxito fuese total. Por ende aquella noche decidió pasar por una taberna que antes no había visitado, entre Liyue y Mondstadt, y por ende en silencio, mientras esperaba habiendo rentado una habitación en el lugar, esperaba que su té fuese servido aquella noche mientras la operación se llevaba a cabo, esperando sólo la señal para saber sobre su éxito, mas en ese momento una figura peculiar llamó la atención del noble, notando a un simpático y extraño hombre, ¿Tenía a caso su mismo tipo de sonrisa? Una que ocultaba mucho bajo aparente calma.


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