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— Tienes razón, fue mi culpa por poner demasiado en ti. —Incrédulo, así fue como Kaeya lo miró durante unos instantes en los que se planteó, seriamente, la propuesta que Diluc lanzó. Guardó la espada, se sacudió las manos, una contra la otra, y terminó por sentarse en la arena.— Bien, evapora el océano entero, maestro Diluc, demuestra que puedes ser más eficiente que yo, un caballero de Favonius, por favor; sácanos de aquí.—Expresó con complicidad y dolencia, esta última fingida, mientras que señalaba el agua alrededor de aquel islote.
| JAJAJAJA.
| JAJAJAJA.
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