— Pero esta no es la bebida que ordené, pedí vino, no jugo de uvas. —Su atención se mantuvo en el líquido, esperando que de alguna forma que se transformara en vino. Pero, claro, de vez en cuando levantaba un poco la mirada para observar las reacciones de Diluc con disimulo. Dejó el vaso sobre la barra, se enderezó en su asiento y terminó mostrando una sonrisa animada, casi pícara y complacido.— No hay nadie en la taberna, es muy temprano para tus clientes habituales, además, ¿Barbatos? ¿Es que ya se te acabaron las opciones que esperas los Arcontes me hagan compañía? —Soltó una risa, apenas lo bastante breve para negar de inmediato unas dos veces.— Siempre siendo tan cruel, no sé cómo es que tienes loquitas a tantas señoritas con ese carácter tan amargo y frío. Una copa no te matará, te lo aseguro.