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En esencia, la tortura más degenerada envidió la pesadumbre que provocó el lento erguir de aquella mujer, pendió del hilo de un telar fantasmal una reacción fatal, embriagada en la violencia más explicita.

Pero no ocurrió, persistieron las mirada en la arboleda azotada por aquellos dos que jamás debieron hallarse en soledad. En los iris tan vacuos de él se reflejó la silueta de la supuesta depredadora, quién habló todo lo que necesitó, independiente de la simplicidad de los símbolos.

¿La reacción de él? Entrecerró su mirar, las manos empuñó y en el proceso las estructuras óseas reprodujeron un horrísono eco inhumano, tal vez algo tras su pálida piel se deformó, quizá el asfixiante aire que ambos labraron magnificó algo tan sencillo como el resentir de minúsculas articulaciones.

Lo que debió hacer no lo hizo, pues medio paso avanzó. Selló la tierra bajo su pie con tan ínfimo movimiento y en el proceso hierba extraviada mutiló sin intención; ella toda su atención se llevó.
Kaala · 70-79, F
A pesar de que no se había producido ningún sonido estridente, la mera presencia de aquel individuo alertó a algunos roedores que ambulaban cerca de la falsa seguridad que les brindaba una mujer con cuernos, reposando cerca de un frondoso árbol.

Se giró con lentitud en su dirección, provocando que el blanco de su cabello cayera a su costado; entre esos lustrosos mechones se divisaba el rojo de una penetrante mirada que conocía la genuina destrucción.

El continuo silencio zumbaba más fuerte en sus orejas que el sonido del agua recorriendo el bosque. Había muchas cosas que aún no comprendía de ese mundo, pero reconocía una amenaza cuando la miraba.

Lentamente se puso en pie, atenta cual animal ante algún posible movimiento brusco y repentino.

—...?

Abrió la boca, más de ella no salieron palabras de algún idioma conocido por el hombre. Se trataba de un sonido extraño y nada natural proveniente de su garganta. Expectante y tensa, le observó desde la distancia.
Silencio entre ambos existió, dos monstruosidades disfrazadas se hallaron, pero por parte de uno no existió el famélico impulso de la destrucción; hostilidad nacida por la protección de un territorio o la simple incompatibilidad, como ha de ocurrir con polos idénticos.

Seriedad, al menos en el semblante del aparente hombre se acostumbró una expresión petulante, jocosa y hasta inocente, pero ante ella se mostró absolutamente sincero, vacuo, pues no existió necesidad de fingir humanidad con alguien que carecía de esta.

—...
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