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Contempló satisfecha toda la escena y esperó paciente mientras el elfo se encargaba de acomodar todas las cosas para ella. Miraba sus uñas, a ratos, como si estuviera relajándose después de un arduo día de trabajo, controlaba su impaciencia pues había cambiado un poco el plan.

Había decidido que, primero, jugaría un poco con aquel sucio muggle. Después, continuará con el plan previsto: realmente no es que estuviera innovando en temas o encantamientos, más bien estaba pensando en prácticas que hacía mucho no utilizaba.

Muy bien— Añadió acercándose con la locura reflejada en sus ojos, mismos que quizás, sería lo último que viera aquel hombre.

Usó la varita para despojarlo de su "envoltorio" y después incluso de las ropas, hasta dejarlo solo con aquella ropa interior tan de mal gusto.

Iugh...

Aparentemente el hombre estaba libre pero la magia del elfo lo mantiene en la mesa por lo que la bruja se toma todo el tiempo del mundo para abrir el maletín y sacar las amarras. Usa los cinturones de cuero para afianzar de brazos y piernas al hombre, mismo que lloriqueaba y se retorcía tratando de escapar.

Basta, será menos divertido si sigues moviéndote.

Había unas herramientas interesantes en el maletín y no sabía por cual empezar así que le viene una idea a la mente, saca una pinzas oxidadas del interior de este y las entrega al elfo.

Kreacher, arráncale las uñas de los pies. Quizás así aprenda a quedarse quieto y calladito.
"¡Tú! no metas basur..."

Solo bastó el movimiento de la varita de Bella para que la tela se apriete contra el retrato, logrando, de alguna forma, silenciar a su "molesta tía". Escucha con cierta diversión las palabras de Kreacher, mismas que hacen que se pierda el suave rechinar de los viejos escalones.

¡Hahaha! Es que los muggles son por demás estúpidos, me sorprende que puedan diferenciar la cabeza de su trasero.

Una mirada de profundo desprecio fue lo que la azabache dedicó al inestable bulto que hacía lo posible por escapar. Se acerca despacio y usa la varita para descubrirle por completo la cabeza. Se trata de un varón con la apariencia desaliñada, una barba mugrienta de varios días y un asqueroso hedor a trabajo de sol a sol.

Al menos es fuerte, seguro resistirá un poco

El hombre estaba estupefacto y dolorido, pero justo cuando logró salir del shock e intentó gritar, Bella, le selló los labios con magia por lo que solo se podían escuchar gruñidos y sonidos pujantes del hombre.

No quisiera ensuciar la alfombra pero me apetece menos volver a pasar por la escalera así que lo haré aquí. Kreacher, trae la mesa vieja de metal que usaba mi padre para sus experimentos y coloca a nuestro invitado en ella para que se sienta más... cómodo.
Ella supo de la llegada del elfo gracias a los gritos del retrato de su tía Walburga, incluso rodó los ojos con cierto fastidio al escuchar sus palabras. No porque no tuviera algún tipo de sentimiento hacia su tía, tampoco porque no agradeciera los buenos tratos y / o las amenazas en u beneficio.

Simplemente es por el hecho de romper con el delicioso silencio del que estaba disfrutando luego de maquinar y recrear mentalmente su plan.

A pesar de que, normalmente, no se limita en mostrar su odio a todo tipo de criaturas, incluidos los elfos, de alguna forma, le apetece tratar bien a Kreacher. Quizás es por el hecho de que, dentro de su fidelidad, comparte también los ideales que ella profesa.

Se gira hacia él al escuchar su voz y avanza a su encuentro, quedando junto al costado izquierdo del elfo, mirándolo hacia abajo con un sonrisa cínica en los labios.

Bien hecho, Kreacher, no tardaste nada. ¿Dónde dejaste a nuestro asqueroso invitado?
El silencio imperaba en el gran salón, más aún que en el resto de la vieja casona. De pie, frente a las enormes ventanas, mirando con tranquilidad hacia la calle, la esbelta figura de aquella fémina de cabellos azabache, permanece erguida y apacible.

Inmersa en sus pensamientos no había escuchado el momento en el que Kreacher volvió con la encomienda dada. A pesar de los ruidos y chillidos en la planta baja y los posteriores pasos en la escalera, Bella se mantenía concentrada, repasando en su mente aquel hechizo que pretendía probar.

Una sonrisa completamente maliciosa se le dibuja en el rostro al estar completamente segura de que aquello funcionará a la perfección.