Si tú me lo pides, entonces me quedaré —A tales palabras sigue un acortamiento de distancia entre ambos. Incluso se atrevió a tomarle de la mano sin pedirle su permiso, típica osadía del híbrido—
Quizá muchas cosas hayan cambiado comparado a hace cincuenta años. Pero te garantizo que mis sentimientos hacia ti se han mantenido intactos, Kikyo
— Es una pena que no podamos retroceder el tiempo, Inuyasha. Nos fue arrebatado de la manera más injusta…— el tono de su voz cambió a uno triste, sin embargo, la sacerdotisa ignoraría aquella sensación con tal de disfrutar plenamente la calma de ese encuentro.
— Sé que mi reencarnación y tus demás amigos esperan por ti, pero… quisiera que nos quedásemos así… solo un poco más —
Por supuesto. En aquel entonces, debido al rechazo, sólo veía el poder como la única manera de darle sentido a mi existencia en éste mundo.
-Guardó silencio por pocos segundos, recordando lo ingenuo e ignorante que era antes. Su visión del mundo era simplista y basada en el rencor. Cuánto cambió su perspectiva desde entonces era algo que aún al sol de hoy le sorprendía, más no le desagradaba en lo absoluto-
Pero al conocerte, comprendí que en la vida hay mucho más. Existen cosas que, sin ser visibles, nos hacen sentir bien. Fue entonces que no lo dudé: quería convertirme en humano para poder vivir a tu lado.
— Hay tanto de bueno en ser un humano, Inuyasha — No podía presumir sentirse del todo humana, puesto que los deberes de sacerdotisa la ascendían a un peldaño alto, pero... a su lado, gozaba la simpleza de la vida.
Claro que lo recuerdo, mi querida Kikyo. Yo no encajaba con los demonios ni con los humanos pero tú me mostraste que sí había un lugar para mí en éste mundo.
