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Alland está ciertamente obsesionado, pero no como un standard natural; era algo mas profundo que solamente lo fisico, cosa de la cual a ella no le haria saber, aunque sus acciones tal vez lo reflejaran.

Hay algo más profundo en la bruma de su alma, ella es funcional, y resulta conveniente estar cerca lo más posible como su mano ejecutora, por la simpleza de tener deseos semejantes, o incluso complementarios.

¿Será este otro paso para que el caos absoluto azote a la humanidad?
—Escuché algo, desde los susurros de uno de mis lobos. Nuestro tiempo de sembrar el caos sin mediadores, está muy cerca de encontrarse con un bache.

Ha matado recientemente a un feligres, en los últimos suspiros de su alma antes de ser consumido, encontró información importante, misma que debía comunicar lo antes posible.

—Hay uno que ha visto nuestros actos por bastante tiempo. Y finalmente sus fieles están encontrando la manera de traerlo a nuestro plano.

Será momento de aprovechar, muy pronto, porque si es otro dios, la muerte de una deidad podría fácilmente ser definitoria para nuestros planes.—
—Me extrañas, querida diosa. Pensé que a estas alturas ya sabrías leer a través de mis acciones.

Pero es bueno saber que sigo siendo una nube negra para tus sentidos.—

El tono burlesco cambio por uno más seco, cuál si fuese una persona completamente diferente. La fragmentada psique de Alland había sido empeorada tras resucitar, volviendolo una criatura cuya personalidad erratica refleja muy bien su actual naturaleza.
Una risa salió de sus labios, nada fuerte ni sonora, pero lo suficientemente resonante para mantener esa molestia. Se tapó el rostro incluso, adoraba enormemente hacerla reaccionar con sus acciones.

—Hahahaha— No es locura, ni falta de deseo; hace siglos ya que el y Khione llevaban una clase de trato físico como amantes. Sea por premiar sus acciones, sea por lujuria o necesidad de la diosa, para el estaba bien, ni en su anterior mortalidad había encontrado sentido en la idea de la absolución, mucho menos en su actual libertad más allá de la carne.
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—¿Qué es entonces? Me encuentro ocupada y estás entreteniendome más de la cuenta.

Su sonrisa desapareció y en sus labios se formó una delgada línea.
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A veces se preguntaba si —otra vez— había elegido mal a sus siervos. Aún podía recordar a los gemelos de hacía varios siglos atrás; dos prometedores y sanguinarias bestias que la habían ayudado a sembrar el caos y el terror en distintas poblaciones. Hubiesen sido perfectos si no hubieran sido humanos en primer lugar. Algo pasaba qué, por más que Khione les daba el obsequio divino, los humanos se mantenían pensando como humanos, sintiendo como humanos. Y eso los llevaba a su ruina.

Al parecer, Alland no era la excepción. Khione suspiró pesadamente y se separó de él. Si ta sólo pudiese hacer algo que les arrancara de raíz la voluntad... Tal vez debía experimentar más. O buscar un espécimen mejor.
—¿Usando debilidades en mi contra? Debí esperarlo... Sin embargo, no deja de agradarme.

No rechazaba, pero no parecía aceptarlo completamente, si puede leer sus ojos notará aún así ese interés, su manera peculiar de atraer su atención siempre surte efecto para su suerte.

—Por más que la idea es excitante. Siendote honesto, me refería a algo incluso más profundo que ello.
Y ahí es donde encontraba la realización de sus acciones, con el tiempo aprendió a como plantar una carnada para que la diosa pudiese atraparla como un pez. Ni siquiera las deidades son perfectas después de todo.

La proximidad, envolverse en el aroma de la deidad es algo de lo cual ha tomado una macabra costumbre, sea cual sea la razón, es su cercanía lo que encuentra con mayor gusto.

Fue entonces que desvío la mirada, claro que lo haría reaccionar, en la naturaleza de quien ha vivido para morir y más allá, el dolor y el castigo son parte de un corrupto deleite del cuál gozoso acepta sin dudar.
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Khione ladeó la cabeza en espera de que continuara con su diálogo, pero este no dio señales de querer hacerlo. La diosa caminó para acortar aún más la distancia entre ambos y al estar a centímetros se recogió el pelo detrás de la oreja izquierda para poder inclinarse hasta la oreja de Alland y que este no le estorbara.

—Te gusta ser castigado, ¿es eso? —susurró, acariciando cada una se las palabras dichas con la punta de su lengua— Siempre has tenido maneras muy peculiares de buscar mi atención.
No hay una verdadera duda en su comentario, es más, su voz carga un orgullo que fácilmente se confunde con alguna clase de arrogancia.

No humano, elevado a ser un dios por simplemente la firme naturaleza de su alma; a veces duda si su estado es deseo propio, o ella plasmó en el algo que buscaba.

No agregó mas al final de su oración, totalmente voluntario el dejarlo en incertidumbre ¿Será ella reactiva a ese gesto?

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