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Tuvo que morderse la lengua para contener el veneno que ansiaba salir por medio de palabras. Jaz'er no entendía nada, no sabía lo que había pasado tras su partida y aún así se jactaba de decirle que podía dar más cuando él estaba seguro de haberlo dado todo ya. Permitió el nuevo acrecamiento aunque negó con la cabeza tras las últimas palabras dichas por su hermano. — Los forasteros no son muy bienvenidos en el reino, debo anunciar primero al rey sobre esto y después quizá te dejen pasar. — Se meso la melena con la diestra, pensando una forma de zafarse de ese compromiso al menos por un rato, al poco tiempo su sonrisa ladina característica de él salió a la luz. — ¿Conoces a las Mapachitas? En un pueblo cerca del reino hay. No puedo ver a mi hermano y no llevarlo a gozar de aquello. ¿Tienes tiempo?

— Carraspeo intentando mantener el contacto. Si bien era cierto que en antaño consideraba a su hermano el mejor compañero de aventuras, ahora tenía conflictos al verlo pues a él la vida no le había resultado tan fácil a pesar de haber nacido con dotes divinos. — Me agrada que así sea. — Mintió, quizá una parte de él si estaba contento pero la dominante no podía ceder a la idea. — Yo, bueno... — Al fin separó su cuerpo del contrario y le señaló el parche que llevaba en el ojo como si quisiera decirle con eso que era obvia la respuesta. — Sigo viviendo. Sirvo a un rey, tengo bebida por montón y pelear me hace feliz. Creo que no puedo pedir más.

Jaz'er, yo no dude de nuestro encuentro. — Tras decir aquello se lanzó a corresponder la muestra de afecto de manera un poco torpe, desacostumbrado a aquello. — ¿Qué tal te ha tratado el mundo?