— ¿Qué hiciste?

Su accionar fue tan repentino y de forma rápida, que Juno no supo del dardo. Extrañada y ahora más cuidadosa al cubrirse el cuerpo por delante, se sentó en el sofá manteniendo los pies en el aire.

— Puedo.

Prefiere no preguntar el motivo, despacio termina por pararse pero se queda justo en su sitio. Y allí, mirándolo, guarda silencio.

Durante toda la conversación, la ventana había permanecido abierta. Y no por nada. Era ardid de Aleister dejarla así y continuar con una contextura relajada. Juno no estaba equivocada del todo, pero habría preferido él que hubiera seguido dormida. Antes de que la mujer terminara su comentario, el joven lanzó un dardo hábilmente a la ventana, pues sabía que alguien más estaba cerca.

—Me lo temía… —dijo serio—. ¿Puedes levantarte, Juno?

Ella alza su índice y lo sacude con una ligera risa.
Tal vez aún estaba con el sueño en su cabeza pero volvía a insistir.

— Hay niveles de rareza. La normal, luego la que despierta alarmas. ¿Todo va bien?

—Y tendrás tiempo de practicar tus canciones o incluso escribir una nueva —acompletó a lo antes dicho por Juno con un ligero aire festivo—. Raro siempre he sido. Ya deberías estar acostumbrada.

— Muy bien. Bastante bien, porque ahora puedo ausentarme de muchos sitios por ésto.

Movió la pierna bajo la manta, y volvió a parpadear algo rápido buscando claridad.

— ¿Qué hay de ti? Luces...no sé, raro.

No esperaba despertarla. Y habría tenido una reacción amenazante si no fuera porque sabía que estaba en un lugar de confianza. Mantuvo su siempre común mirada inexpresiva.

—Sí, algo así llegué a escuchar de la gente cuando pasé por donde tus clases —dijo tranquilo—. Pero no tienes que explicarme nada. Es más importante, de hecho... ¿Cómo te sientes?

Sería el mínimo tacto sobre su cuerpo suficiente para despertarla. Abrió uno de sus ojos, lo observa con una sonrisa adormilada.

— Me hice daño en el tobillo, en mi clase de baile.

Comenta, sintiendo que le debía una explicación al verla así.

—… —junto a un suspiro rascó de su propia sien viendo cómo Juno dormía dejando poco a la imaginación; la ventana estaba abierta—. Sí. Fue un gran y cansado día para ti… Descansa.

Una vez dicho eso, la volvió a cubrir con la manta que yacía un tanto debajo de ella, un tanto en el suelo.