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Ayax avanzó unos cuantos pasos, hasta que pudo colocar su mano derecha sobre el hombro de Ophelia. Tras un afectuoso y suave apretón - gesto por demás inusual en él - continuó, al tiempo de que la breve sonrisa volvió a tirar de sus comisuras.

"Tienes el respeto y confianza que mereces de este. En nuestras diferencias, hay poderosas razones para seguir siendo un dúo, las espadas que protejan Arcadia. Este se siente honrado de contar contigo."
Su expresión habitualmente estoica no reflejó nada fuera de una leve satisfacción, sin envanecerse por el cumplido más allá de lo que una sonrisa breve pudo indicar. No obstante, el comentario que ella lanzó sobre la familiaridad entre ambos le hizo reflexionar un instante: ¿desde cuándo habían adquirido la confianza y trato que ya les eran tan normales? En su Japón natal, Ayax no había permitido que nadie se le acercara de tal forma, y mucho menos se habría fiado de alguien para que le protegiera; sin embargo, Ophelia podía presumir de que Ayax tuviera esa clase de fe en ella, sin restricciones. Tras apartar la mirada de aquella pelirroja agraciada, el samurai recobró su seriedad natural, respondiendo con la tranquilidad que lo caracterizaba.

"Puede decirse algo similar de ti, Ophelia. Este siente como si te conociera desde siempre y pudiera fiarse de ti. Arcadia se siente como una segunda patria... No, más bien, como un hogar."
Ol1563932 · F
No le quitó la vista ni un instante pues algo dentro de sí le decía que, aún con el repentino lanzamiento de dicho adorno, él no iba a lastimarla. ¿Cuánto más le faltaba aprender de Ayax y su cultura? Si bien había dicho lo anterior con el afán de incordiarlo un poco de verdad había dudado de la veracidad de sus palabras pues desconocía un tipo de magia similar en Arcadia. Aunque, por supuesto, él no era arcadiano.

La explosión hizo volar sus hebras escarlatas como si la brisa mañanera hubiera decidido jugar con su melena; Ophelia ladeo la cabeza en dirección contraria y sonrió de media luna, no muy contenta de tener que tragar se sus palabras.

— A veces olvido que eres distinto, estoy demasiado acostumbrada a ti. Incluso si perdiera mis recuerdos de infancia, apostaría, debido a mi sentir tan familiar al verte, que estuviste desde el inicio de mi vida. — Puso los ojos en blanco y volvió a su posición inicial y encogió levemente un hombro. — Bien hecho, maguito.
Su mirada lo dijo todo: el sarcasmo no fue muy apreciado, a juzgar por el alzar de su ceja mientras la veía a los ojos.

"Este no tiene necesidad de adornos superfluos. Quizás deba demostrártelo."

Acto seguido, removió uno de los aretes, sin quitarle la vista de encima a Ophelia. Entonces, lo arrojó de modo que pasara justo al lado de ella, y cuando el objeto se encontró a distancia prudencial de la espalda femenina, Ayax levantó la mano, extendiendo la palma y apuntando al adorno, pronunciando una sencilla palabra en su idioma natal:

"火".

Tras ello, una pequeña explosión pudo oírse a espaldas de la pelirroja. Claro, Ayax había calculado que no la lastimara en lo más mínimo.
Ol1563932 · F
—Vaya pero cuánto hemos avanzado. Tal vez debería hacerme unos yo también y adjudicarles propiedades para controlar mejor a mis bestias. — El sarcasmo entintaba su voz pues no creía ni una sola palabra de lo dicho por el samurai.
"Hum, sí. No son por vanidad, sino que en ellos hay reservas de energía para momentos inesperados."
Ol1563932 · F
¿Veo aretes ahí?

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