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JulesClairt · M
así la magnitud de su pleitesía.
No obstante, detenerse ahí sería una afrenta, si realmente quería lograr la entrega plena de su esposa a las delicias del acto amoroso. Por ello, las manos del varón se unieron al jugueteo una vez más, pasando de las curvas al abdomen por segunda ocasión, aunque la prisa se hizo patente en esta nueva manera de tocar: ahí estaba la urgencia mal contenida, manifiesta en sus dedos inquietos pasando sobre la seda sin advertirla en realidad, pues era otra la sensación que buscaba. Pasaron de largo, y pronto se hallaron con la generosa extensión del muslo: ahí estaba la piel desnuda de su adorada, tersa como siempre, esperándolo; y un caballero jamás hacía que su dama se mantuviera en la expectativa. En una caricia acuciante, su mano se coló bajo el vuelo del camisón, haciéndolo retroceder todavía más al seguir hasta que síntió los bordes de las bragas con sus yemas. Huelga decir, tras esa muestra fehaciente, lo que buscaba.
No obstante, detenerse ahí sería una afrenta, si realmente quería lograr la entrega plena de su esposa a las delicias del acto amoroso. Por ello, las manos del varón se unieron al jugueteo una vez más, pasando de las curvas al abdomen por segunda ocasión, aunque la prisa se hizo patente en esta nueva manera de tocar: ahí estaba la urgencia mal contenida, manifiesta en sus dedos inquietos pasando sobre la seda sin advertirla en realidad, pues era otra la sensación que buscaba. Pasaron de largo, y pronto se hallaron con la generosa extensión del muslo: ahí estaba la piel desnuda de su adorada, tersa como siempre, esperándolo; y un caballero jamás hacía que su dama se mantuviera en la expectativa. En una caricia acuciante, su mano se coló bajo el vuelo del camisón, haciéndolo retroceder todavía más al seguir hasta que síntió los bordes de las bragas con sus yemas. Huelga decir, tras esa muestra fehaciente, lo que buscaba.
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