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[code]Delinear esas lindes fue una tarea más pausada, pareciendo haber moderado sus ímpetus de nueva cuenta; impresión por demás equivocada, puesto que las intenciones de Jules eran que Ariadnae resintiera la paciencia de sus toques, llevándola, paso a paso, al momento donde ella misma, su ser y alma, rogaran por ser poseídas. Se detuvo al colar uno de sus dedos entre el pubis y la prenda íntima, amenazando tirar de ella mas sin retirarla. Mejor aún, podría burlarla y acariciar... Sin embargo, en una muestra de lujuria maliciosa, dejó que Ariadnae intentara adivinar su siguiente paso. Cómo disfrutaba estimularla...[/code]
[code]así la magnitud de su pleitesía.

No obstante, detenerse ahí sería una afrenta, si realmente quería lograr la entrega plena de su esposa a las delicias del acto amoroso. Por ello, las manos del varón se unieron al jugueteo una vez más, pasando de las curvas al abdomen por segunda ocasión, aunque la prisa se hizo patente en esta nueva manera de tocar: ahí estaba la urgencia mal contenida, manifiesta en sus dedos inquietos pasando sobre la seda sin advertirla en realidad, pues era otra la sensación que buscaba. Pasaron de largo, y pronto se hallaron con la generosa extensión del muslo: ahí estaba la piel desnuda de su adorada, tersa como siempre, esperándolo; y un caballero jamás hacía que su dama se mantuviera en la expectativa. En una caricia acuciante, su mano se coló bajo el vuelo del camisón, haciéndolo retroceder todavía más al seguir hasta que síntió los bordes de las bragas con sus yemas. Huelga decir, tras esa muestra fehaciente, lo que buscaba. [/code]
[code]por vez primera y cada uno de sus toques y caricias fuesen dedicados a la más bella obra de arte. Porque eso era ella para el varón: arte, poesía pura; el más bello altar sobre el cual dedicaría las más acendradas oblaciones para llevar a Ariadnae al éxtasis. Los besos lo llevaron al torso, perfectamente dibujado bajo la tela fina que, más que cubrirlo, parecía ponerlo en evidencia, velando a medias los prontos objetivos de los labios hambrientos, que no tardaron en cebarse con ellos. Sin molestarse en apartar la prenda - incluso hacerlo sería parte del preámbulo -, Jules se dedicó a consentir las eróticas prominencias del busto impaciente al rodearlas con los dientes, perdiendo parte de su delicadeza al saber que la intensidad de su acoso se vería limitada por el obstáculo entre su boca y su piel. Una y otra recibieron, alternativamente, el obsequioso tratamiento; afanarse sobre ellas fue un embeleso al que el hechicero se dedicó a plenitud, demostrando [...][/code]
[code]Una réplica igual a sus palabras, que fue música para sus oídos: eso recibió como premio a sus esfuerzos, como anuncio de esas reacciones inconfundibles que su esposa, debajo suyo, acusaba y demostraba para su deleite, así fueran involuntarias. Mas, ¿cómo no disfrutarlas, si en cada nuevo temblor de la piel ajena, en los roces pronunciados de sus cuerpos intentando el enlace prometido, en el sutil erguirse de los montes codiciados, hallaba tanto goce como razones para continuar? La mejor recompensa era lograr el placer de su amada; y lo demostraba por todo lo alto al concentrarse en provocarlo, usando todo cuanto estaba a su alcance para ello.

Así, su boca continuó el sendero, dejando atrás una estela de besos, a cual más dulce. Parecería increíble que, con tanta pasión contenida, Jules fuera capaz de mostrarse solícito y tierno, teniendo delante el objeto de sus deseos; sin embargo, le era imposible no adorar la figura de su amada, tratarla cual si la descubriese [...][/code]
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Y aviso de que*
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vez en cuando tiraba un poco de ellas, provocándole, con cariño, jugueteando un poco.

— Te necesito... — Soltó al fin a media voz, dejando ir su dedo para poder aferrar su mano a la camisa del varón y tener un apoyo mientras sus caderas acusaban un bamboleo suave de atrás hacia adelante, rozandose a sí misma contra el centro de él que... Sí, ya mostraba cierta dureza.
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A pesar de querer apaciguar su voz, lo cierto era que no podía ocultar las señales de gozo que daba su cuerpo: las cumbres que él mimaba se alzaban firmes al igual que los botones, listos para darle la bienvenida al acoso que él parecía querer realizar; además, y aunque eso él no lo pudiera percibir, un pequeño calambre en el vientre - que a Ariadnae se le antojaba delicioso - acosaba a la fémina como recordatorio de la excitacion que iba in crescendo y aviso de las pataletas irían humedeciendose. Alistandola para él.

No había duda del amor infinito que ambos seres se profesaban ya que ese no era un contacto sexual de índole salvaje sino una adoración mutua. Como si él fuera la deidad a la que ella veneraba, ofreciéndole como ofrenda su cuerpo que jamás había sido mancillado por otras manos, otros labios u otras lenguas. Así, siguiendo su pleitesía, la mano que tenía libre se aseguró de encontrar la cabellera patinada para dar suaves caricias a las hebras despeinadas de Jules, de
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Sus ojos cristalinos no se apartaban del rostro masculino; era tanto el calor que sentía correr por su rostro que tenía la mirada empañada y las orejas tibias. Una vez pudo liberar las manos de su amado y estas se encargaron de sus cumbres, la fémina se llevó el índice a la boca para así morder su falange proximal y callar los suaves jadeos que él le provocaba.

La respuesta a su confesión no llegó pues fue interrumpida por la suavidad de la lengua ajena que acostaba la piel de su cuello. — Mh. — Sus piernas se afianzaron más a la cintura ajena sin importarle ya que el camisón de seda se deslizara y descubriera sus muslos; no había espacio para el decoro en la intimidad de la alcoba y, sinceramente, cualquier cosa que impidiera sentirlo piel con piel era totalmente prescindible.
[code]inexperto, pero más que dispuesto a aprender. Jules alzó la vista para observar los resultados de sus caricias en la expresión de Ariadnae, sin cesar por ello de tocar y disfrutar la suavidad y firmeza de la zona. —Te necesito... —Admitió en voz alta, antes de emprender un nuevo acosar al pasar su lengua por el cuello de su amada, descendiendo cual si deseara que su boca tomara el lugar de sus manos.[/code]
[code]Apenas tuvo un momento para recobrar el aliento, lo primero que lanzó fue el nombre de su mujer, prácticamente acariciándolo al decirlo, como se nombra a lo más adorado en esta vida. Sus párpados habían caído un poco; su respiración anunciaba el despertar de su cuerpo entero, junto con ese delicioso hormigueo que lo recorría entero, mas se focalizaba en un solo punto, nada difícil de adivinar. Jules hubo de trasladar su peso a las rodillas, aún inclinado sobre la joven, para liberar sus manos y permitir que éstas fueran guiadas hasta el abdomen, donde pudieron seguir el camino por sí solas: subieron sin tregua, con las yemas delineando esa magnífica extensión, hasta reparar en las formas sinuosas que lo esperaban, cual si hubieran sido creadas para sus dedos. Éstos se cebaron en las curvas, atrapándolas, dibujándolas con veneración: no importaba cuántas veces hubiera sentido el cuerpo de su esposa, cada nuevo encuentro volvía a erizar su piel, a hacerlo sentirse [...][/code]

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