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AC1555631 · F
A pesar de querer apaciguar su voz, lo cierto era que no podía ocultar las señales de gozo que daba su cuerpo: las cumbres que él mimaba se alzaban firmes al igual que los botones, listos para darle la bienvenida al acoso que él parecía querer realizar; además, y aunque eso él no lo pudiera percibir, un pequeño calambre en el vientre - que a Ariadnae se le antojaba delicioso - acosaba a la fémina como recordatorio de la excitacion que iba in crescendo y aviso de las pataletas irían humedeciendose. Alistandola para él.
No había duda del amor infinito que ambos seres se profesaban ya que ese no era un contacto sexual de índole salvaje sino una adoración mutua. Como si él fuera la deidad a la que ella veneraba, ofreciéndole como ofrenda su cuerpo que jamás había sido mancillado por otras manos, otros labios u otras lenguas. Así, siguiendo su pleitesía, la mano que tenía libre se aseguró de encontrar la cabellera patinada para dar suaves caricias a las hebras despeinadas de Jules, de
No había duda del amor infinito que ambos seres se profesaban ya que ese no era un contacto sexual de índole salvaje sino una adoración mutua. Como si él fuera la deidad a la que ella veneraba, ofreciéndole como ofrenda su cuerpo que jamás había sido mancillado por otras manos, otros labios u otras lenguas. Así, siguiendo su pleitesía, la mano que tenía libre se aseguró de encontrar la cabellera patinada para dar suaves caricias a las hebras despeinadas de Jules, de
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