[code]Al tratarse de la mujer que amaba, Jules la conocía bien, sabía leerla y entenderla; de ahí que pudiese casi oír sus pensamientos al ver su expresión, y lo que halló terminó por opacar su mirada. Había duda, había reticencia; pero sobre todo un abandono que jamás había encontrado en los ojos de Ariadne, una ausencia que no podía explicarse del todo; ¿sería el resultado de haber sido arrebatada al Tártaro? Pero Jules no era un hombre que se rindiera, aún en las más adversas circunstancias; de modo que su mano siguió el rumbo, terminando por acariciar la mejilla de Ariadnae cual si tocase una frágil obra maestra. A pesar de todo, mantuvo la compostura: su voz no se quebró, permaneció tan afectuosa como antes. —No. Te perdí una vez... No sucederá de nuevo.[/code]