[code]Por supuesto, no podría evitar que su mirada recorriera el busto de Ariadnae, que iba revelándose ante él como un edén inexplorado, así pudiera reconocerlo palmo a palmo con el simple recuerdo; aunque eso no bastaría. Acto seguido, haría patente la máxima "Hechos, no palabras": sin esperar una fracción de segundo más, dedicó sus labios a tales curvas, poblándolas de besos pausados e inesperados; por el momento parecía ignorar las indicaciones (puesto que las más cercanas eran obvias), tomándose su tiempo, como dijo, para deleitarse con el magnífico presente que tenía delante suyo. Asiendo sus caderas, levantando el muslo cercano a ella, le hizo saber que dedicaría la noche entera a leer y obedecer los mensajes; quizá erraría a propósito alguna vez, pero sería con plenas intenciones, pues deseaba recorrer el cuerpo de su esposa en totalidad.[/code]
[code]—Es menester saber cómo disfrutar un regalo. Eso incluye el desenvolverlo... —Cuántas sensaciones y pensamientos acusaron a Jules en tan poco tiempo! Comenzando con el descubrimiento de la facilidad con que podía retirar el corset, descubriendo (para su deleite) no solo que ella tenía la piel al natural bajo la prenda, sino aquellos indicios del más puro carmín que contrastaban en grado sumo con el tono suave del cuerpo femenino, intentando llevarlo por un sendero intricado de regiones que pronto lamería, besaría, mordería; disfrutaría a plenitud. La risa de Ariadnae fue precedida por una más velada, nacida de Jules, quien no podía dar crédito a lo espléndido de su "regalo"; bastaba ver sus ojos, dilatados y ardiendo en deseo, para saberlo. —¿En vano? Jamás. No lograrás despistarme: sé el camino correcto para hacerte estallar...[/code]
que vendría. Era su primera vez después de siglos, Ariadnae quería asegurarse de que fuera especial. — Vamos, vamos... ¿Es que no te gusta el empaque de tu regalo? — Lo retó, contoneando suavemente las caderas de adelante hacia atrás, rozando su entrepierna contra la pierna de Jules, en la que estaba sentada. — Hmm... No me digas que me vestí así en vano...
— Aquí estoy... —Como si no fuera obvio, Ariadnae le dio veracidad a sus palabras cuando se pegó aún más a él, acercando su torso al rostro masculino y obviando el escote que portaba; dejándolo a merced de los labios y ojos de Jules. Un estremecimiento discreto acusó su cuerpo en respuesta de la caricia y la fémina no pudo evitar morder su inferior entintado en carmín al pensar en lo que iba a suceder. Su conjunto era muy obvio pero se las había arreglado para que ese simple nudo apretara el corsé lo suficiente como para ceñirse a su cuerpo. Si él lo quitaba podría deslizarlo con facilidad lejos de ella y encontrar en su piel distintos mensajes que había grabado con su propio labial. Algunos eran flechas que apuntaban a sus zonas más erógenas y otros apuntaban a pistas falsas de las anteriores. Como si se tratara de un juego en el que tendría que descubrir a base de "prueba y error". Una risilla por su travesura se escuchó resonar en la habitación antes de que si quiera él supiera lo
[code]¿Cómo evitar el estremecimiento de su ser? ¿A quién encomendarse cuando el simple toque de su esposa, o su voz encantadora, bastaban para enardecerlo? Jules hubo de morderse los labios por un cortísimo instante, al tiempo de inhalar súbita y brevemente, como si hubiera sido sorprendido. La cercanía previa de Ariadnae no mitigó en absoluto las reacciones de su propio cuerpo, que comenzó a despertar para ella. —Ven... Te necesito. —Anhelo, un deseo imperativo, demostrados en su voz baja y varonil, un poco afectada por el atrevimiento de su esposa, el que le provocó las más deliciosas reacciones; también motivando a sus manos para que recorrieran la espalda de su mujer en una caricia ininterrumpida y sigilosa, que las llevó hasta el consabido listón, en aras de "desenvolver su regalo". Moría de ganas por disfrutarlo...[/code]
— Estoy deseando que empieces a abrir tu presente, sí. — Susurró aquellas palabras cerca de la oreja de su amado, acariciando el lóbulo con su aliento y con la suavidad de su labio inferior al articular. — Tantas noches en soledad, mi Jules, mi dulce Jules. — Canturreó, mientras acariciaba la nuca de su esposo, enterrando sus dedos de vez en vez entre las hebras platinadas. Tirando, acariciando, provocando.
[code]¿Me gusta? Me encanta ¿Que si lo deseo? Tengo ansias de ti contenidas por largo, largo tiempo... ¿Estás dispuesta a que las libere esta noche, mi amor?[/code]
