Greendale le recordaba a la pequeña ciudad protagonista en The mist de Stephen King. ¿Acaso emergerían un amplio abanico de monstruosidades inimaginables con el afán de destruir lo que se atravesara a su paso? La sola idea bosquejó una sonrisa mediana en el rostro tranquilo de Joe. Prefería imaginar eso, bestias colosales ocultándose en una espesa cortina grisácea en lugar de una fallecida Beck preguntándole por qué la traicionó así. Sin duda explorar de vez en cuando los mundos ficticios atrapados entre los párrafos de un libro era el bálsamo a cualquier herida. Un punto a favor para todo aquel consumidor impulsivo de lecturas.

Sin embargo, era su primer tarde en el pueblo y qué mejor que descubrir las novedades; se sentía un gato en casa nueva, y todo a su alrededor atrapaba su atención; letreros añejos, avenidas empedradas, caminos flanqueados por bosques, renta de vhs. ¿Tan viejo era Greendale para encontrar con facilidad un vídeo en ese formato?