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Suele regañarle cuando se sobre esfuerza pero ésta vez está realmente preocupado, admiraba a Umi por sus hazañas pero detestaba que se hiciera daño.
 
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UmiKujo · 26-30, F
Su estómago lleno le produjo sueño. Mientras él se encargaba de los platos se metió en las cobijas hasta cubrirse hasta el cuello. Cerró sus ojos pensando sólo en descansar un poco, pero quedó dormida como una roca. Entre sueños pudo murmurar. — Jotaro... —
Le agradaba que ella se riera con sus malos, más bien pésimos chistes.
— Parece que estás mejor— Le siguió alimentando hasta que finalizaron el plato, le besó la frente y se dispuso a recoger los platos para marcharse.
UmiKujo · 26-30, F
Apretó los labios para contener la intensa risa que nació de ella, y la cual se desbordó a pesar de esa medida. Se abrazó el estómago y rio por lo bajo, y cuando esa reacción terminó se adelantó para intentar atrapar la cuchara con la boca. Oh, si su hija los viera en ese juego...
Lo logró.
La vio completamente roja, pero él seguiría con su labor, hundió la cuchara entre el plato para extraer los alimentos, elevarlo y acercarlo a los labios de su chica con un movimiento ondulatorio hecho con su brazo, cuidando obviamente de no tirar el contenido. —Aqui viene el avión—
UmiKujo · 26-30, F
Mientras masticaba lo miraba con cierta sorpresa. ¿De verdad él...? Gradualmente se puso muy, pero muy roja, no se iba a perder la oportunidad de verlo jugar con ella. Asintió con mucha energía varias veces.
— Oh...¿Necesitas que juguemos al avión?—Comento con malicia de vuelta, incluso en su gesto se notó un poco de picardía.
UmiKujo · 26-30, F
Miró con duda la cuchara. Sonrió maliciosa para molestarlo. — ¿Qué pasa? ¿No jugaremos al avión? — Y antes de que pudiera regañarla comió.
Esa pequeña mujer sí que sabía ablandarlo, dejó el gesto que tenía y retomó la actividad: alimentarle. — Es momento de terminar ésto— Elevó de nuevo la cuchara a los labios de ella.
UmiKujo · 26-30, F
Infló las mejillas como una niña. Llevó el índice y medio derechos a su entrecejo y lo acarició, buscando aplanar sus arrugas con un breve masaje. — Bien, me comportaré. Tú mandas.
Le detuvo con suavidad.
Al separar sus labios de los de su esposa le fijo la mirada en un claro reproche, fue más contundente con el fruncir de sus pobladas cejas.
— Si te portas bien, te premiare—

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