— Esbozó una ladina sonrisa, sin darle demasiada importancia a la advertencia que oía de él; no era necesario que le recalcara algo sobre su atuendo diario, ya estaba acostumbrada a eso.— No hay de qué preocuparse por eso, ya son parte de mi y de mi trabajo habitual. — Afirmó confiada, terminando de colocarse el segundo tacón antes de verse en el espejo de la tienda.— ¿Lo apruebas o no? — Le preguntó, modelando ante él en una pasarela corta y casual que improvisó para deleitar su vista.

- Te he dicho antes, que esos tacones van a terminar llevandote al hospital. - En el tono de ese reclamo se nota muy facil un sentimiento de enfado, como si esa fuera la 93va vez que le recrimina haber tenido que acompañarla al centro comercial. Aunque no deberia sentirse tan mal, con una nariz embarrada y los labios pintados de azul, se demuestra perfecto que la impuesta salida tuvo una recompensa fria y azucarada. La chica sabe sacarle favores a Salerno... es algo peligroso? Sin duda alguna.