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Al pronunciar la última sílaba, se expandió una nube de humo verde y denso, y una onda que lo empujó y lo hizo caer al suelo. Tosió hasta que se disipó el humo y pudo sentir el peso del cuerpo de Kalim sobre el suyo. Pero al divisarlo bien detrás del humo, lo siguió viendo como una chica. —¿Qué? ¿Por... Por qué no fun---? —Carraspeó, el humo había hecho su voz cambiar—. ¿Por qué no funcionó? —Su voz seguía extraña; se llevó la mano a la garganta.
 
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Sentía la garganta seca por los jadeos constantes. Se había dado por vencido a los pensamientos y había imaginado a Kalim no solo en aquella forma femenina, sino en la normal, moviéndose sobre él al ritmo que llevaba su mano en su carne. Ahogaba su voz lo más que podía porque no podía ser escuchado, pero casi a llegar al clímax la escuchó. La voz aguda que podía haber imaginado gimiendo.

Maldita sea, Kalim... —Ese día tenía que haberse propuesto torturarlo. Se recostó con uno de sus brazos pegado a la puerta y su frente al mismo brazo, mientras sostenía su miembro con la otra mano—. Kalim, ve a dormir. Sólo ve a dormir. —Le ordenó ronco, parecía más bien una advertencia.
 
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