« Back to Album
¿En cuántas ocasiones se le había hablado acerca de los terrores que acarrea la ambición? Cuando las cosas no le ocurren a una persona, dicha persona no piensa a fondo en consecuencias; mucho menos cuando la ambición desmedida es la que rige sus acciones.

Negro. A medida que recobraba la consciencia, lo que lo hizo volver en sí fue un agudo dolor en los huesos que incrementó de forma tan apresurada que su despertar no fue paulatino. Tomando una bocanada de aire con desespero, alzó su tronco para quedar sentado en ese suelo que estaba, literalmente, quemando su retaguardia. (+)
 
Newest First | Oldest First
La gruesa y cálida manta sobre su cuerpo se sintió como un verdadero alivio. Todavía su cuerpo estaba frío, todavía salía vaho de sus labios con cada exhalación, pero muy poco a poco sus huesos dejaban de doler y su mandíbula dejaba de temblar.

Sin embargo, fue impresionante escuchar el título con el que la dama se había presentado. Toda su vida había estado rodeado de nobles sin ser uno, pero nunca fuera de su zona de conocimiento. ¿Cómo debía saludar sin faltar al respeto? ¿Debía decir o hacer algo? Mientras consideraba todo aquello, no reaccionaba; pero la continuación de ella, al parecer comprensiva, le permitió salir de su vacilación.

Bebió despacio de su taza antes de hablar. —Yo... Necesito un objeto que perdí: una vara negra, poco más grande que mi mano, con una joya en un extremo, parecida a un rubí. Cuando desperté no lo tenía conmigo, ni estaba cerca... debe seguir en las montañas. —Dijo lo último, más bien tratando de darse esperanzas.
— Será un honor ayudarte a regresar a tu reino. ¿Podrías decirme cómo has llegado hasta aquí? — No entró en detalles a las historias que escuchó por los pasillos; necesitaba hilar la verdad por sí misma.
— Salta a la vista que no eres de por aquí...

Kai, apesar de su avanzada edad y sobrepeso, llegó corriendo con un par de mantas que atenuarían la frialdad del cuerpo masculino. Gerda lo alcanzó al casi pisarle los talones, con más cobijas, bufandas y guantes. Habían tomado muy en serio las órdenes de Elsa. Ésta se giró y agradeció sus servicios nuevamente. Tanto Kai como Gerda se inclinaron, previo a retirarse del salón y dejar a Elsa a solas con el visitante.



— Mi nombre es Elsa, reina de Arendelle. — Intentó sonar lo más serena posible, dado a que un solo desliz emocional evocaría el congelar de alguna parte del recinto. Por lo mismo, se mantuvo a distancia de él; no quería provocarle mayor sufrimiento. Verlo tan rígido provocó que Elsa bajara la formalidad y se mostrara comprensiva, casi cariñosa como solía hacerlo su madre.
Su quijada tembló un poco cuando quiso hablar y, con dificultad, se inclinó notablemente frente a ella. Estaba sentado, así que se había acercado a su regazo, con cuidado de no derramar lo que amablemente le habían regalado.

G... Gracias… por su hospit-talidad. —Pronunció respetuoso. Todavía le costaba modular con fluidez, pero notaba que sólo progresaba en recuperarse—. Ha salvado… m-mi vida. —Se irguió nuevamente con el mismo cuidado para ver a la joven mujer—. M-Mi nombre es… J-Jamil Vip-per. No soy d-de estas tierras… he llegado p-por accidente. —Explicó como pudo, antes de dar un necesario sorbo a la cálida bebida. Tal vez la mujer sabría cómo ayudarle a salir de allí.
Lo rápido que entró en hipotermia le indicó que estuvo mucho más tiempo en ese frío lugar del que estuvo consciente. Ahora, miraba con detenimiento la taza de porcelana con la cálida bebida que le habían proporcionado. Pensaba y pensaba en malas decisiones, consecuencias, inexperiencia y frustración.

También pensaba en que no tenía idea de dónde había quedado el pequeño artefacto que le hubiese ayudado a salir de aquella situación mucho antes de casi encontrarse con la muerte.

La suave voz de una fémina, muy distinta a los varios hombres de porte y seriedad que lo habían ayudado, lo sacó de su cadena de pensamientos negativos. La miró y vio en ella una estética muy parecida a la que había visto entre toda esa nieve; como si ella formara parte de todo eso, más allá que cualquiera.

(+)
El corazón le latió con fuerza ni bien terminó de acercarse. Necesitaba tranquilizarse o su despierto nerviosismo haría descender la temperatura de la habitación.

— Es arriesgado salir con este clima sin la ropa adecuada. Pronto, Elsa sintió que sus palabras no fueron las indicadas dada la condición del joven. Posó las manos a la altura de su vientre, una sobre la otra, y optó por recurrir a la seriedad. Tratar de emular el comportamiento jovial y abierto de Anna fue un fracaso. — Me refiero a que aquí se encontrará bien. ¿Quién es usted? ¿Sabe dónde se encuentra? Muy a pesar del sobre esfuerzo por mantenerse ceñida a la rectitud, Elsa mostró cierto aire infantil al curiosear visualmente las prendas del hombre. ¿De dónde podría haber llegado para estar vestido así?

Dejó los deberes de lado y atendió el llamado de Kai. La mirada de Elsa se llenó de sorpresa al escuchar que en las orillas del reino encontraron a un hombre de prendas extrañas. El cómo llegó ahí fue un misterio. Para fortuna de aquel, los comerciantes de hielo lo encontraron y llevaron de inmediato al palacio. Dedujeron que la reina sabría qué hacer con él.

Elsa ordenó la llevaran inmediatamente a la sala donde el visitante había sido resguardado; al mismo tiempo, pidió le llevaran mantas y una bebida caliente. No soportaría ver a un hombre siendo abatido por la fuerza del entrante invierno; de ser así, el recuerdo de Anna siendo congelada atormentaría su noche.

Apresuró el paso a la sala. Dos hombres entorpecieron el camino de Elsa, pero le explicaron dónde lo habían hallado. Ella les agradeció y les permitió retirarse. Era su turno de poner manos a la obra.

{+}
Faltaba una semana para que Elsa diera inicio al tour que su abuelo, el rey Runeard, había plantado como tradición en el reino. Viajaría desde Arenfjord —el cuerpo de agua donde nació Arendelle— a Weselton y las Islas del sur; después recorrería el Este, a las tierras de Zaira, Royaume, Chatho, Tikaani, Eldora, Torres y Corona. Pensar en lo duradero del viaje desanimaba a Elsa, pues aquello conllevaba estar lejos de Anna durante dos semanas al menos. Echó un vaho tenue; terminaba de revisar las últimas peticiones del pueblo para aligerarle la carga a su hermana y que ésta no sufriera el tormento de ser reina por quince días. Deslizó la punta de la pluma en el papel cuando, de repente, llamaron a la puerta con fuerza. Kai, uno de sus más leales sirvientes, asomó la cabeza ni bien recibió el permiso para entrar. Elsa pudo leerle cada gramo de preocupación en el gesto. ¿Qué sería tan grave que pusiera en estado de alerta a un hombre tan pacífico como él?

{+}
A pesar de la ropa que lo cubría, sentía el ardor en su espalda y en sus piernas. De pronto, se dio cuenta de que estaba rodeado de nieve.

▬▬▬


Llevaría caminando apenas unos minutos, pero el frío intenso que entorpecía sus pasos y su respirar le hacía creer que había pasado una eternidad. Su capucha lo cubría, nada de piel en sus piernas estaba a la vista, pero sus brazos y su rostro sí iban descubiertos y aquello era suficiente para casi desesperarlo. Su país de origen se llamaba Tierra de Arenas Calientes; no estaba acostumbrado a todo eso. Miraba alrededor y sólo veía árboles... si tan sólo se asomara algún arrollo congelado; aquello podría darle una esperanza de guiarlo hacia un pueblo.

Cayó sobre sus rodillas sin su consentimiento y los temblores incontrolables en su cuerpo entumecido no lo dejaron acomodarse. —N... N-N-No... p-p-p... —Comenzó a sentir arrepentimiento de su propia inmadurez.

Add a comment...
 
Send Comment