Mientras todos disfrutaban de la fiesta, se sentó al lado de Kalim y dejó en su cabeza, sostenida entre su oreja y su pañuelo, esa flor desértica. Luego le sonrió. —¿Puedes acompañarme un momento? Quiero darte algo.
La curiosidad que sentía fue reemplazada por una inmensa alegría. No podía creer lo que veia. Sentía una enorme emoción al ver los anillos que habían en esa pequeña cajita. Y escuchar lo que Jamil decía hizo que su corazón palpitara con más fuerza. Jamás hubiera imaginado que en el día de su cumpleaños recibiría un regalo tan maravilloso como ese. Pudo ver las letras grabadas en ambos anillos y recordo el poema donde se encontraba cada palabra grabada. Jamil se había esmerado mucho. — Jamil... — Algunas lágrimas brotaron de sus ojos y recorrieron sus mejillas, pero no eran lágrimas de tristeza, por el contrario eran de alegría y profunda emoción.
Ya con el anillo en su dedo, se lanzo hacia Jamil para atraparlo en un abrazo. Un abrazo largo y emotivo, mientras susurraba en su oído algunas palabras que brotaban desde lo más profundo de su ser...
