— Gracias Jamil, definitivamente este es el mejor cumpleaños que he tenido. — Hubiera seguido sonriendo pero el beso que le dió lo hizo sonrojarse demasiado, solo podía pensar en lo maravilloso que había sido ese día. — Entonces, regresemos... pero ¡Tú también debes divertirte! No ocurrirá ningún desastre, estoy seguro. —

Miró un momento sus manos y luego a Kalim, antes de inclinarse y dejar un beso en sus labios. —Feliz cumpleaños. —Murmuró con una sonrisa, ya que no se lo había dicho hasta entonces—. Será mejor que regresemos... no puedes dejar a tus invitados solos mucho tiempo y yo cuidaré que no ocurran desastres.

Asintió con el rostro al escucharle. Tomó el anillo que quedaba y lo puso en el dedo anular de Jamil. —Como podría olvidar lo que tú significas para mi? Eso es practicamente imposible, porque Jamil siempre esta en mis pensamientos, asi que es una promesa, siempre que vea el anillo te recordaré mucho más de lo que ya hago y por supuesto, la promesa de siempre estar a tu lado. — Ya con el anillo puesto atrapo la mano ajena con las suyas y las mantuvo asi por un rato, dejando que la luz de la luna y las estrellas bañaran los anillos logrando que palabras grabadas titilaran sutilmente.

Mientras ponía el anillo en su dedo, notó las lágrimas que brotaban en los expresivos ojos del mayor. —¡Espera, Kal-! —Lo interrumpió el abrazo y luego las palabras que lo hicieron sonreír. Lo abrazó con suavidad, pero envolvente, antes de volver a hablar—. Espera, no llores, todavía no he terminado. Ponme el mío. —Una vez que éste se separó, le entregó el anillo y su diestra—. Cuando veas tu anillo, quiero que recuerdes lo que significas para mí; por eso grabé esa frase... Cuando vea el mío, recordaré lo que significas para mí... Aunque no creo olvidarlo nunca.

— Jamás me separaré de ti, es una promesa, siempre estaré contigo, sin importar nada. Después de todo... Jamil es la persona más importante para mi. — Era el regalo que más cuidaría y llevaría consigo el resto de su vida. Solo pudo sonreir mientras ocultaba su rostro en el cuello de la persona más importante que tenía a su lado.

La curiosidad que sentía fue reemplazada por una inmensa alegría. No podía creer lo que veia. Sentía una enorme emoción al ver los anillos que habían en esa pequeña cajita. Y escuchar lo que Jamil decía hizo que su corazón palpitara con más fuerza. Jamás hubiera imaginado que en el día de su cumpleaños recibiría un regalo tan maravilloso como ese. Pudo ver las letras grabadas en ambos anillos y recordo el poema donde se encontraba cada palabra grabada. Jamil se había esmerado mucho. — Jamil... — Algunas lágrimas brotaron de sus ojos y recorrieron sus mejillas, pero no eran lágrimas de tristeza, por el contrario eran de alegría y profunda emoción.

Ya con el anillo en su dedo, se lanzo hacia Jamil para atraparlo en un abrazo. Un abrazo largo y emotivo, mientras susurraba en su oído algunas palabras que brotaban desde lo más profundo de su ser...

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—Hace años vi a mis padres darse un regalo parecido. Sé que fue en su matrimonio, pero... a fin de cuentas me dijiste que siempre estarás conmigo, ¿cierto? —Lo miró, tratando de ocultar un poco su vergüenza.

Lo guio a un lugar apartado del dormitorio donde había un balcón con vista al gran desierto de Scarabia y, a lo lejos, el oasis. Además, estaban lejos de la multitud y del bullicio. Sólo sería un momento, después se aseguraría de que disfrutara de su fiesta en compañía de todos, como le gustaba.

Sacó de un bolsillo una caja pequeña roja oscura, con bordados en dorado y la abrió frente a Kalim, revelando dos anillos de oro a la medida de ambos.

Cada uno tenía un bordado en árabe. El de Kalim: "Ha venido en lo más oscuro de la noche" y el de Jamil: "Como si fuera una estrella naranja en el horizonte". Eran los primeros versos de un poema árabe que a Jamil le gustaba y le recordaba al mayor, así como lo que éste significaba para él.

Tomó el anillo que era para Kalim y entonces descubrió que le temblaba un poco la mano. Fingió que no había pasado nada y tomó la diestra de Kalim.

Había estado entretenido con la fiesta que le organizaron sus compañeros, era una sorpresa que no se imagino pero que le lleno de mucha alegría. Justo cuando estaba probando un poco de la bebida que prepararon los estudiantes para la fiesta pudo sentir como Jamil ponía algo en su oreja, lo que hizo que su mirada se fijara en esa hermosa flor, y escuchar esas palabras le llenaron de curiosidad. ¿Sería un regalo de cumpleaños? Si venía de Jamil sería algo que atesoraría siempre. — Claro, ¿A dónde vamos? — Preguntó lleno de curiosidad a lo que se levantaba esperando que Jamil le guiara.