Adentrada la noche, se aferró a las sábanas y éstas se humedecieron con el sudor de su frente. Había estado teniendo escalofríos recurrentes desde que se acostó y su cabeza punzaba fuerte. Ni siquiera las tareas diarias lo tenían tan estresado, su jaqueca se hacía mucho más fuerte cada vez que pensaba en todo lo que le estaba causando Kalim. No quería pensar más en ello, ahora estaba convencido de que se sentía tan mal porque estaba al borde de la locura, no porque estuviera enfermo; él no podía enfermar.
Salió de la habitación de Jamil a paso presuroso, ahora se sentía nervioso, impotente y demasiado triste. Llevaba una mirada tan sombría en el rostro que los estudiantes que lo vieron trataron de evitarlo por simple temor. Entro en su recamara y se lanzo en su cama, ahogando su rostro en la almohada mientras pensaba en todo lo que sucedió. ¿De que le servía ser tan abierto si al final sus sentimientos nunca iban a llegar a él? Ahora entendía que las reglas, los estatus y las posiciones eran mas valiosas para Jamil que las promesas que se hicieron en el pasado. Pero, a pesar del dolor que sentía, siempre cumplía con su palabra. Se había jurado ser mejor persona y no darle más problemas a Jamil, y si él era un problema mantendria su distancia con él. Sería duro mantener frialdad con la persona que más quería pero... cumpliría su promesa. Entre lágrimas silenciosas terminó por quedarse dormido en su alcoba.
