Adentrada la noche, se aferró a las sábanas y éstas se humedecieron con el sudor de su frente. Había estado teniendo escalofríos recurrentes desde que se acostó y su cabeza punzaba fuerte. Ni siquiera las tareas diarias lo tenían tan estresado, su jaqueca se hacía mucho más fuerte cada vez que pensaba en todo lo que le estaba causando Kalim. No quería pensar más en ello, ahora estaba convencido de que se sentía tan mal porque estaba al borde de la locura, no porque estuviera enfermo; él no podía enfermar.
No cabía dentro de sí escuchando aquello. Era obvio que las personas que llevaban una vida como Kalim no veían más allá de sus narices. ¿A dónde iban a ir esos sentimientos? ¿Qué pasaría con sus padres, con toda la familia Viper si los Asim se enteraban de aquella desfachatez? ¿Qué haría la sociedad de su país natal con eso? Sin contar que su ambición por ser mejor que Kalim y demostrarlo seguía intacta. La mezcla de sentimientos que tenía cuando lo veía no era simple ni ligera, como a Kalim le gustaba ver todas las cosas.
Le habría dicho todo eso, escupiéndolo como veneno con todo el rencor que todavía guardaba hacia él, pero entonces lo vio acongojado. Y de nuevo... tampoco quería verlo así.
Se inclinó hacia él, fue él quien retiró sus manos del rostro ajeno esta vez, y elevó su mentón.
