No fue nada, me alegro ser de ayuda

-Comentó con una despedida pues pronto sería el toque de queda de su dormitorio-

Nos vemos, senpai

—No podría entender a quien no le gusten... —Tras pensarlo bien, sonrió con un poco más de malicia—. O tal vez sí.

Después de terminar de alimentarla, se levantó de su asiento. —Está lista, iré a liberarla. Buenas noches, Medea. Agradezco tu ayuda. —Dijo cordial, dedicándole una leve venia.

—Oh~ —Se quejó dejando una suave caricia en la cabeza de la serpiente, pero luego siguió alimentándola él—. Me la quedaría, pero sería una maldad encerrar a un animal tan independiente. —No podía evitar sentirse identificado con ella—. Terminaré aquí y la devolveré al desierto.

Amplió un poco más su sonrisa al verla más relajada. —¿Te atreves a hacerlo otra vez?

Observó todo con la misma sonrisa tranquila y enigmática de siempre, reposando su quijada sobre una de sus manos, mientras controlaba el pequeño, pero especial cerebro del animal.

La serpiente abrió la boca y con un movimiento rápido le arrebató el pedazo de carne a la chica de sus dedos, y comió tranquilo.

—¿Ves?~ No estuvo tan mal, ¿verdad?

-Traga en seco pero se arma de valor para tomar un pequeño pedazo de carne y con Cuidado, lo acercó a la boca de la serpiente que su senpai tenía descansado en los hombros-

Sólo espero no morir

-Comento tratando de estar Tranquila para no incomodar a la serpiente-

—Sí, aunque no se la daría tan pequeña, porque podría tener indigestión... es un animal salvaje, después de todo. Acostumbra digerir lagartos y ratones enteros. —Le explicó, bastante fascinado con ese depredador, que ahora mismo se mantenía muy tranquilo.

—Vamos~ te prometo que no hará nada. Será la única vez que puedas alimentar a una serpiente tan peligrosa. —Trató de incitarla, sonriéndole ladino, mientras le acercaba uno de los trozos de carne.